Tribuna:

Zapatero

Estoy completamente de acuerdo con el señor Zapatero. Se ha de gobernar como si Dios no existiera, porque de lo contrario se le podría atribuir al buen Señor la responsabilidad de la ley de empleo juvenil o el Proyecto 2000. Pero otra cosa es gobernar como si no existiera la cultura y como si no existieran las minorías con derecho a sentirse identificadas mediante sus ex 1 presiones culturales. Resulta que las clasificadas como "revistas culturales", que en buena parte dependen de las subvenciones que reparte el señor Zapatero, no recibieron ni un duro en el ejercicio presupuestario de 1989 y ...

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Estoy completamente de acuerdo con el señor Zapatero. Se ha de gobernar como si Dios no existiera, porque de lo contrario se le podría atribuir al buen Señor la responsabilidad de la ley de empleo juvenil o el Proyecto 2000. Pero otra cosa es gobernar como si no existiera la cultura y como si no existieran las minorías con derecho a sentirse identificadas mediante sus ex 1 presiones culturales. Resulta que las clasificadas como "revistas culturales", que en buena parte dependen de las subvenciones que reparte el señor Zapatero, no recibieron ni un duro en el ejercicio presupuestario de 1989 y se les dijo que ya llegaría el verano y se sumaría la deuda asistencial a la ayuda de 1990.Mientras tanto a Solchaga se le ocurre recortar el presupuesto y ahora se aplica este recorte "con carácter retroactivo" a las publicaciones que estaban esperando la ayuda del Estado para que pueda seguir existiendo una cierta cultura literaria, científica, pedagógica, etcétera. El famoso recorte significa que algunas revistas perderán casi un 80% de dinero asistencial y se verán condenadísimas al sentido cultura] del mercado, es decir, a una cultura de mercado que no necesita saber qué opinaba Adorno sobre la poesía de Stephan George o por qué se le ocurrió a Shöriberg seguir un camino diferente del de Ernesto Lecuona.

Lo que no se vende no tiene derecho a existir, sea en el terreno de la cultura, de la política o de la conducta, y cuantos menos cauces de reflexión sobre el sentido de lo minoritario ofrezcan, antes desaparecerán esos molestos ruidos atonales que entorpecen la armonía de un país céntrico, centrista y centrado. Las casas comunes sustituyen a los pequeños comercios personalizables, y de ahí que las casas comunes tengan cada día más el aspecto de un hiper uniformador y paradójicamente totalitario.

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