"¿Quién es mi abogado, éste...? Pero ¡si está esposado!"

La juez Asunción Perianes celebró en la mañana del viernes un juicio inaudito: el abogado del turno de oficio y el acusado -los dos- son presidiarios. Ambos se habían conocido momentos antes en el calabozo de los juzgados de la plaza de Castilla, con gran sorpresa para el reo: "¿Quién es mi abogado, éste ... ? Pero ¡si está esposado!". Al terminar la vista, les pusieron otra vez la sujeción mecánica y fueron conducidos en un furgón celular a sus respectivas penitenciarías: Alcalá-Meco y Carabanchel. Sobre el letrado pesa un delito de tráfico de drogas; su defendido está acusado de un robo.
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La juez Asunción Perianes celebró en la mañana del viernes un juicio inaudito: el abogado del turno de oficio y el acusado -los dos- son presidiarios. Ambos se habían conocido momentos antes en el calabozo de los juzgados de la plaza de Castilla, con gran sorpresa para el reo: "¿Quién es mi abogado, éste ... ? Pero ¡si está esposado!". Al terminar la vista, les pusieron otra vez la sujeción mecánica y fueron conducidos en un furgón celular a sus respectivas penitenciarías: Alcalá-Meco y Carabanchel. Sobre el letrado pesa un delito de tráfico de drogas; su defendido está acusado de un robo.

El recluso Miguel Gómez Estévez vio por vez primera a su abogado, Francisco Díaz Moñux, al llegar al calabozo, pero entonces no imaginó ni por lo más remoto que aquel hombre pudiera ser su abogado defensor. Al ser presentados por un funcionario, ya a la puerta del juzgado número 18, el recluso Gómez Estévez se quedó de piedra; observó de arriba a abajo a quien él, hasta ese momento, creía simplemente un colega del talego. Y, sin poder reprimir una sonrisa anonadada, espetó: "¿Quién es mi abogado, éste...? ¡Pero si está esposado!".En un principio, Gómez no dio mucho crédito. Pero a las once de la mañana se convenció de que la cosa iba en serio, al ver que su acompañante, ya despojado de las esposas, subía al estrado con una toga prestada y la juez le ofrecía la palabra: "Tiene la palabra la defensa", señaló la juez Perianes, ante el asombro del recluso y de quienes momentos antes habían visto desfilar a ambos por los pasillos.

"Eran tal para cual", comentó con cierta sorna un funcionario. La única diferencia es que Díaz Moñux vestía un traje azul oscuro impecable: y su dicción era desenvuelta.

La pareja de la Guardia Civil que los escoltó desde los calabozos del edificio hasta la puerta del juzgado se enteró del hecho casi a la par que ellos. "Sí, sí: este: señor es el abogado, y este otro, su defendido". Los guardias., también asombrados, escudriñaron a uno y después al otro, al ritmo de la explicación-presentación que daba el funcionario.

Al terminar la vista, en la que el abogado Díaz reclamó "la absolución con todo tipo de pronunciamientos favorables", por falta de pruebas, la Guardia Civil volvió a esposarlos y los condujo nuevamente al calabozo.

Polémica judicial

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Francisco Díaz Moñux, de 30 años, siguió el camino contrario al de Eleuterio Sánchez, El Lute: primero fue abogado y después presidiario. Ingresó en Alcalá-Meco en julio pasado. La policía lo considera "uno de los mayores distribuidores de cocaína de Madrid". Los agentes efectuaron un registro en su domicilio y decomisaron algo más de un cuarto de kilogramo de cocaína pura, 50 gramos de marihuana, 150 de hachís, tres dosis de LSD, 30.000 dólares y cerca de seis millones de pesetas. Su defendido, Gómez Estévez, lleva varios meses recluido en Carabanchel por robaren un piso. Cuando le capturó la policía, pidió un abogado de oficio. El turno le correspondió al colegiado Díaz Moñux, entonces en libertad.

Y después de tan insólito juicio, estalló la polémica en el edificio de los juzgados de la plaza de Castilla; máxime cuando sólo unos días antes otro cliente no pudo ser defendido por Díaz Moñux. El juez Jesús Gavilán, que instruye el sumario contra Moñux, denegó su excarcelación provisional, y tampoco le permitió, el pasado lunes, salir de Alcalá-Meco para defender a otra persona,. un marroquí acusado de tráfico de drogas.

Díaz Moñux, que dispone de un céntrico y amplio despacho con pasantes próximo al Retiro, no ha recolectado clientes en su cautiverio. Los que ahora se ven forzados a renunciar a sus servicios, que forman una lista profusa, lo habían contratado antes de verle en tales vicisitudes.

El juez Gavilán arguye que los abogados deben tener igual consideración que otros profesionales, y que lo mismo que, por ejemplo, no se excarcela a un médico para atender a un paciente, tampoco los abogados tienen por qué gozar de tal privilegio. La juez Perianes, según fuentes judiciales, "no quebrantó la ley al permitirle salir de la prisión para defender a su cliente", ya que Díaz Moñux, que aún no ha sido juzgado, "sigue dado de alta en el Colegio de Abogados".

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