Un puritanismo casi victoriano

La Bolsa del ferragosto toca fondo con dos evidencias inmóviles: por un lado, volúmenes de contratación bajísimos durante el verano, con excepción del lunes rojo y las dos sesiones siguientes; por otra parte, estos niveles de negocio, de un puritanismo casi victoriano, sólo se ven compensados por un gran número de aplicaciones a precio convenido que se produjeron en julio y que ahora maquillan con gusto las desnutridas carteras.En la descripción de países imaginarios constituidos por una llanura fértil con una ciudad en el centro, los primeros economistas entendían el comercio como un t...

La Bolsa del ferragosto toca fondo con dos evidencias inmóviles: por un lado, volúmenes de contratación bajísimos durante el verano, con excepción del lunes rojo y las dos sesiones siguientes; por otra parte, estos niveles de negocio, de un puritanismo casi victoriano, sólo se ven compensados por un gran número de aplicaciones a precio convenido que se produjeron en julio y que ahora maquillan con gusto las desnutridas carteras.En la descripción de países imaginarios constituidos por una llanura fértil con una ciudad en el centro, los primeros economistas entendían el comercio como un trueque entre los productos agrícolas y los manufacturados. Trasladado a la Bolsa, el principio de especialización que la experiencia práctica ha negado en tantas ocasiones refuerza la desconexión entre la llanura (millones de inversores) y la ciudad (el mercado), ya que en las actuales circunstancias ni el ahorro se canaliza a las empresas, ni los beneficios revierten sobre los ahorradores. La crisis de la especialidad ha dado paso al dictado del alineamiento, en este caso de Madrid con las principales plazas internacionales. La flojedad de Nueva York y Tokio se trasladó ayer a las plazas europeas después del anuncio del canciller Kohl de contraer el presupuesto reduciendo la deuda del Estado alemán.