Olazábal, 'víctima' de un desnudo femenino

José María Olazábal quizá presumiese ayer, aun a su pesar, de despertar pasiones entre las adolescentes, pero no de su calidad golfística. Lo uno, eso sí, debió de verse influido por lo otro. Y es que no pudo ni con el viento, que sopló con mucha más fuerza por la tarde, en su turno, ni con el impacto de ser abrazado de pronto por una muchacha rubia de 16 años de edad, cuya identidad no ha revelado la policía, a la que le dio el impulso irresistible de desnudarse y correr a su encuentro.Apenas había efectuado su lanzamiento de salida en el hoyo 1. Tenía toda una andadura por delante y aparenta...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

José María Olazábal quizá presumiese ayer, aun a su pesar, de despertar pasiones entre las adolescentes, pero no de su calidad golfística. Lo uno, eso sí, debió de verse influido por lo otro. Y es que no pudo ni con el viento, que sopló con mucha más fuerza por la tarde, en su turno, ni con el impacto de ser abrazado de pronto por una muchacha rubia de 16 años de edad, cuya identidad no ha revelado la policía, a la que le dio el impulso irresistible de desnudarse y correr a su encuentro.Apenas había efectuado su lanzamiento de salida en el hoyo 1. Tenía toda una andadura por delante y aparentaba estar concentrado al máximo en su juego. De improviso, fue víctima de la juvenil desnudista, que se desentendió de su madre, se despojó de su ropa y se colgó de su cuello. Olazábal, asombrado, se la quitó de encima como pudo, casi de un empellón. Los espectadores se reían. Sus compañeros de partido, también. Nick Price (Zimbabue) y Gil Morgan (EE UU) cedieron a la tentación de bromear con él, ese oscuro objeto del deseo de la chica. El vasco estaba abochornado. Sentía tanta vergüenza propia como ajena.

Más información

"Fue divertido"

Por supuesto, la chica trató de eludir a los agentes escabulléndose entre el alborotado gentío. Pero no lo consiguió. Aquellos la detuvieron al fin y se apresuraron a tapar sus encantos naturales. Después, cuando la interrogaron acerca de su proceder, manifestó con desparpajo infantil: "No sé por qué lo hice, pero fue divertido". Para ella, a lo que se antoja, no pasó de ser algo anecdótico. Y lo curioso es que el suyo no ha sido el primer desnudo en el club Royal Birkdale durante el Open. En su visita anterior, la de 1983, hubo otro, aunque de distinta índole: el de un niño que, de improviso, se empeñó en nacer en pleno campo.Mientras tanto, Olazábal no fue capaz de mantener el tono adecuado. Sus tiros, de cuyos desvíos hacia la derecha se ha venido quejando, no le sonrieron, desde luego, como la extravertida chavala. Y pensar que ni siquiera la dio un beso de recompensa por su intrepidez.

Archivado En