Crítica:PANTALLA GRANDE

Cristo, un hombre

La última tentación de Cristo (Canal +, 22.00) fue protagonista en el festival de Venecia de hace dos años de una de las más grandes broncas ocurridas en un acontecimiento de esta especie.El integrismo católico veneciano movilizó sus iras contra este filme supuestamente blasfemo y, aunque la sangre no llegó a las lagunas del Véneto, alguna que otra bofetada se escapó hacia fuera en los divertidos rosarios de desagravio organizados para neutralizar la pezuña de Satanás en la pantalla.

Satanás era, no hace falta decirlo, Martin Scorsese, que aguantó con arrestos el chaparrón de exorci...

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La última tentación de Cristo (Canal +, 22.00) fue protagonista en el festival de Venecia de hace dos años de una de las más grandes broncas ocurridas en un acontecimiento de esta especie.El integrismo católico veneciano movilizó sus iras contra este filme supuestamente blasfemo y, aunque la sangre no llegó a las lagunas del Véneto, alguna que otra bofetada se escapó hacia fuera en los divertidos rosarios de desagravio organizados para neutralizar la pezuña de Satanás en la pantalla.

Satanás era, no hace falta decirlo, Martin Scorsese, que aguantó con arrestos el chaparrón de exorcismos que le echaron encima, hasta que su película se proyectó y descubrimos que es un filme completamente angelical, obra de un hombre agnóstico pero enamorado de la figura del Cristo. La última tentación es eso, un acto de amor al Nazareno, un bello intento de buscar nuevas luces dentro de su poema evangélico, una obra cristiana hasta la médula.

La mayor audacia de filme se encuentra precisamente en su parte menos controvertida, que es su magnífica hora inicial, a la que hay que meter dentro de los momentos más inspirados del cine de Scorsese, con un Willem Dafoe insuperable. Narra esta parte inicial una dura hipótesis: Cristo, antes del comienzo de su vida pública, tuvo por fuerza que ser crucificador antes que crucificado, pues eran los carpinteros quienes allí se encargaban de aquel tipo de ejecuciones y por aquel tiempo Nazareth era un nido de rebeldes, aspirantes a subir a la mortífera cruz romana.

Esta parte es un compendio de buen cine. Luego, la que conduce a la crucifixión y a la visualización de la última tentación una ensoñación erótica de Cristo materializada en su deseo sexual de Magdalena, que es para los obtusos integristas la parte blasfema del filme, es de inferior calidad. Esto no quiere decir que sea mal cine, sino que va a continuación de una hora difícilmente superable. La película baja al final, pero hay que medir este descenso en relación con la enorme altura alcanzada antes en este cálido homenaje de Scorsese al Cristo, que junto al que le dedicó otro agnóstico, Pasolini, es el más hermoso y cristiano de todos cuantos el cine ha intentado.

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