Tribuna:

Caramelitos

Al amparo de las verdades axiomáticas, la humanidad ha inventado la afirmación axiomática consistente en dejar caer lo que convenga sin necesidad alguna de demostración. Ahora bien, no toda afirmación es axiomática. Hay afirmaciones que deben demostrarse (por ejemplo: llueve; y ha de llover, que la gente se moje), mientras otras (por ejemplo: don Venerando Hurtalapiedra es maricón) no han de demostrarse en absoluto; se dicen y basta. Estas últimas son las afirmaciones axiomáticas. Hay buenos ejemplos de afirmaciones axiomáticas en nuestra historia, pasada y presente. En la pasada: los jesuitas...

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Al amparo de las verdades axiomáticas, la humanidad ha inventado la afirmación axiomática consistente en dejar caer lo que convenga sin necesidad alguna de demostración. Ahora bien, no toda afirmación es axiomática. Hay afirmaciones que deben demostrarse (por ejemplo: llueve; y ha de llover, que la gente se moje), mientras otras (por ejemplo: don Venerando Hurtalapiedra es maricón) no han de demostrarse en absoluto; se dicen y basta. Estas últimas son las afirmaciones axiomáticas. Hay buenos ejemplos de afirmaciones axiomáticas en nuestra historia, pasada y presente. En la pasada: los jesuitas regalan a los niños caramelitos envenenados; en la presente: Sadam Husein es un criminal megalómano y enloquecido.La afirmación axiomática a veces tiene versiones contradictorias. Ocurió con los caramelitos envenenados que repartían los jesuitas, según versión de rojetes, rojetes según versión de careas. Y ocurre con Sadam Husein: un criminal desde el lado de acá, mientras en el de allá le llaman santo, y el asesino, satánico e hijo de la mala madre de todas las puercas guerras es un tal George Bush. Las cosas de la vida. El locutor Boby Deglané, ya fallecido, me contó que en los años cuarenta le habían tildado de cacorro porque solía ir a Chicote y pedía té; una bebida sospechosa en época de posguerra. Le pasó lo que a don Venerando Hurtalapiedra, sólo que don Venerando pedía pipermín, y esa bebida no ha dejado de ser sospechosa desde aquella posguerra hasta la guerra bruta de ahora. De todos modos, da igual; se trataba de afirmaciones axio máticas, que son como los caramelitos envenenados: se sueltan por las buenas envueltas en celofán, la gente se las traga y arruinan al más pintado. A lo mejor, tiempo adelante, se acaba descubriendo que eran mentira, pero a quien hizo la afirmación axiomática que le quiten lo bailao. Y, además, las reclamaciones, al maestro armero.

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