Una cicatriz de cesárea

María Paula Martínez Rodríguez, madre de tres hijos, cayó en las garras de la droga y comenzó a ejercer la prostitución en varios clubes de las localidades de Coslada y Torrejón de Ardoz después de la muerte accidental de su marido, ocurrida cinco años antes de la suya.En los meses previos a su asesinato hacía la carrera en las famosas calles de la Ballesta y del Capitán Haya. "Estaba en los huesos. y sólo trabajaba para conseguir el dinero de la droga", comentaron entonces quienes la conocían.

La víctima, que era familiarmente conocida como Meli, salió de su domicilio del...

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María Paula Martínez Rodríguez, madre de tres hijos, cayó en las garras de la droga y comenzó a ejercer la prostitución en varios clubes de las localidades de Coslada y Torrejón de Ardoz después de la muerte accidental de su marido, ocurrida cinco años antes de la suya.En los meses previos a su asesinato hacía la carrera en las famosas calles de la Ballesta y del Capitán Haya. "Estaba en los huesos. y sólo trabajaba para conseguir el dinero de la droga", comentaron entonces quienes la conocían.

La víctima, que era familiarmente conocida como Meli, salió de su domicilio del barrio de Vallecas en torno a las once de la noche del 12 de agosto de 1987, una semana antes de ser hallada muerta. Se despidió de su sobrina Yoli, con la que, convivía, y nunca más regresó a casa. La policía, sin embargo, logró reconstruir los pasos dados posteriormente por María Paula, hasta el punto de saber que horas antes de ser decapitada estuvo con un representante comercial en un motel de la carretera de Barajas.

Tras su hallazgo, el cadáver aún no identificado de María Paula Martínez fue sepultado en un nicho del cementerio de San Fernando de Henares. Pero días después fue exhumado y reconocido por sus familiares gracias a que tenía una gran cicatriz en la región abdominal, fruto de una operación de cesárea.

La segunda decapitada, cuyo cuerpo fue encontrado muy cerca de la Junta Municipal de Ciudad Lineal, ni siquiera ha sido identificada, pese a los años transcurridos. La policía está todavía a la espera de los resultados de una serie de pruebas clínicas solicitadas al Instituto de Toxicología.

Una pista seguida por los hombres del Grupo de Homicidios de la Brigada Provincial de Policía Judicial tenía relación con un trozo de tela chamuscada correspondiente a la bata guateada que vestía la víctima. Sin embargo, las investigaciones resultaron estériles, "porque se trataba de una prenda muy vulgar", cuyo uso está muy extendido entre las mujeres de clase baja.

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