Cartas al director

Oda al Golfo

Cabalgando en un corcel blanco cosmopolita, partí hacia el Oriente, y, blandiendo por espada la justicia, mi alma inquisidora me decía:Caballero que muere por amor llega a Dios.Caballero que muere por honor llega a Dios.

Caballero que muere por las Santas Escrituras llega a Dios.

Caballero que muere encubriendo el interés de su liza no le espera el cielo por morada, ya que no lucha en vano, ni por nada.

Ya atisbo al enemigo enloquecido, ya atisbo su aherrojado corazón, ya siento la tristeza de mi alma en una lucha entre dos bandos sin honor.En acabando esta batalla me apre...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Cabalgando en un corcel blanco cosmopolita, partí hacia el Oriente, y, blandiendo por espada la justicia, mi alma inquisidora me decía:Caballero que muere por amor llega a Dios.Caballero que muere por honor llega a Dios.

Caballero que muere por las Santas Escrituras llega a Dios.

Caballero que muere encubriendo el interés de su liza no le espera el cielo por morada, ya que no lucha en vano, ni por nada.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Ya atisbo al enemigo enloquecido, ya atisbo su aherrojado corazón, ya siento la tristeza de mi alma en una lucha entre dos bandos sin honor.En acabando esta batalla me apresto a reconocer el deshonor de pertenecer a estas huestes, y por ello entono esta canción de una lucha sin mesura, de una lucha sin honor.-

Archivado En