Cartas al director

Hablaba mucho

Cuando era pequeño cogía el colchón de espuma de mi cuarto y salía a la terraza de casa a contemplar las estrellas. Dejé de hacerlo cuando la especulación consideró necesario el levantar un bloque de ocho pisos, que dio muerte a mi intimidad en manos de un montón de ventanitas que a diario no dejaban de sonar machaconamente al subir y bajar.Ahora, 1990, miro al cielo para darme cuenta de que había un buen número de estrellas que ya sólo brillarán en mi recuerdo: una oscura y persistente capa de polución atmosférica me impide verlas. ¿Quién me lo diría a mí, que tengo 23 años y ni siquiera disf...

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Cuando era pequeño cogía el colchón de espuma de mi cuarto y salía a la terraza de casa a contemplar las estrellas. Dejé de hacerlo cuando la especulación consideró necesario el levantar un bloque de ocho pisos, que dio muerte a mi intimidad en manos de un montón de ventanitas que a diario no dejaban de sonar machaconamente al subir y bajar.Ahora, 1990, miro al cielo para darme cuenta de que había un buen número de estrellas que ya sólo brillarán en mi recuerdo: una oscura y persistente capa de polución atmosférica me impide verlas. ¿Quién me lo diría a mí, que tengo 23 años y ni siquiera disfruto de coche; a mí, que soy susceptible de ser multado si soy un mal peatón, para que ellos corran más deprisa hacia el estrés; a mí, que escasamente tengo 3.000 pesetas a la semana y ya debo ser usuario de mi número de identificación fiscal; a mí, que pago las abusivas 600 pesetas por el sobre para poder matricularme en la facultad y me encuentro horrorizado que, junto con los seis impresos imprescindibles para que me admitan, va incluida una satinada hoja de publicidad de un banco que se propone ayudarme, eso sí, a baja comisión; a mí, que me dan un plazo de 15 días para pagar la matrícula y yo aún estoy espe- Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior rando a que me devuelvan las 12.500 pesetas que, por error administrativo, me cobraron de más en octubre de 1989; a mí, que tuve la dignidad de no apuntarme al paro mientras estudiaba; a mí, que, sin querer saber dónde está el Golfo, me suben la bebida por su culpa? Pero, ¿adónde me lleváis? ¿Quiénes sois?

Pum, pum.

-Hablaba mucho.-

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