Cartas al director

El misterio del mundo

Casi nadie mínimamente interesado en progresar espiritualmente podrá negar que estamos sufriendo una fuerte avalancha de esoterismo poco menos que insoportable. Las insatisfacciones que genera una sociedad como la nuestra propician este molesto fenómeno, que puede engatusar a los más débiles y enriquecer a los más hábiles y desalmados. Gran parte de la gente busca respuestas de una forma tan enfermiza que el primero que les da una pista se convierte en su guía espiritual instantáneamente. Esa actitud desesperada de algunos parece indicar que al conocimiento de la solución de los misterios cond...

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Casi nadie mínimamente interesado en progresar espiritualmente podrá negar que estamos sufriendo una fuerte avalancha de esoterismo poco menos que insoportable. Las insatisfacciones que genera una sociedad como la nuestra propician este molesto fenómeno, que puede engatusar a los más débiles y enriquecer a los más hábiles y desalmados. Gran parte de la gente busca respuestas de una forma tan enfermiza que el primero que les da una pista se convierte en su guía espiritual instantáneamente. Esa actitud desesperada de algunos parece indicar que al conocimiento de la solución de los misterios condiciona un posterior giro personal. Entonces, ¿a quién se cede el poder de cambiar a las personas? Lo más cabal sería que cada cual eligiera las respuestas que fueran a convertirle en una persona mejor. Claro que, a saber el criterio que seguirían. En este punto, además de tener que aguantar al personaje que en cada esquina de tu ciudad resuelve satisfactoriamente cualquier enigma que le plantees, verías cómo te rodean infinidad de nuevos listillos con sus respectivos sistemas morales bajo el brazo, todos ellos infalibles para celestializar el mundo. En definitiva, andamos confusos con nuestras creencias, cuando lo cierto es que una batalla interna de la razón es la más inútil que pueda librar un individuo en su ámbito personal. Yo prefiero servirme de la experiencia directa para acumular conocimiento, sea éste de la naturaleza que sea, aunque valoro más el conocimiento silencioso, aquel que proviene de experiencias en las que la razón ha dejado de ser, en mayor o menor medida, una unidad funcional, y la sabiduría nace de uno mismo. Cómo sucede esto, es lo de menos; lo único que sirve es el efecto. Tal conocimiento no se manifiesta a través de creencias, sino de certezas intransformables en palabras. No en vano el lenguaje es el arma de la razón, y ésta no tiene consistencia en el mundo del alma o como se le quiera llamar. La razón y lo otro remiten a realidades distintas, inconexas. No las mezclemos, por favor. El mundo es un misterio sin principio ni fin, es todo lo que se puede decir.- .

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