Cartas al director

Maldito mes

Ya estamos en agosto. Maldito mes. Tan mayestático nombre se aviene mal con el horterismo que supone la práctica del llamado veraneo. En julio nuestras ciudades pierden su ritmo habitual,pero en agosto la huida es aplastante. El país entra en un estado letárgico: oficinas y comercios cerrados, periódicos flacos, informativos soporíferos. Qué queremos; la realidad no da para más.Impulsados por rígidas convenciones laborales, mediatizados por una publicidad que fija el cómo, cuándo y dónde de la diversión y el descanso, los resignados soportadores de la vida urbana el resto del año ...

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Ya estamos en agosto. Maldito mes. Tan mayestático nombre se aviene mal con el horterismo que supone la práctica del llamado veraneo. En julio nuestras ciudades pierden su ritmo habitual,pero en agosto la huida es aplastante. El país entra en un estado letárgico: oficinas y comercios cerrados, periódicos flacos, informativos soporíferos. Qué queremos; la realidad no da para más.Impulsados por rígidas convenciones laborales, mediatizados por una publicidad que fija el cómo, cuándo y dónde de la diversión y el descanso, los resignados soportadores de la vida urbana el resto del año deciden que ya basta, que ya ha llegado la hora del ocio.

El veraneante dificilmente se libera de la tendencia a la masificación que le han infundido en su lugar de trabajo y su responsabilidad individual se diluye en iina suerte de opciones aparentemente contradictorias: mar / montafía, Península / islas, España / extranjero. Sin embargo, allí a donde vaya verá que no está solo; miles de personas habrán elegido lo mismo que él.

Mientras tanto, las ciudades se quedarán vacías y detendremos un poquito más nuestras vidas hasta el regreso septembrino a la normalidad, cuando los grandes almacenes se encargarán de señalar la vuelta al cole. El socorrido mito de la ciudad fantasma, libre de aglomeraciones y prisas, no evitará la realidad a la que nos enfrentamos los que nos quedamos: el aburrimiento impuesto.- Alberto Cabeza.

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