Editorial:

Los retos de Izquierda Unida

LAS ELECCIONES andaluzas -y muy especialmente la victoria por mayoría absoluta de los socialistas han perturbado la tranquilidad interior de algunas formaciones políticas. Sus resultados han revelado la inconsistencia de estrategias que se creían sólidas, han puesto en la picota estilos y modos electorales más cercanos a la taumaturgia que a la política y han reabierto heridas, despertado ambiciones y rivalidades en las cúpulas de los partidos.En el caso de Izquierda Unida (IU), la pérdida de 249.000 votos respecto de las elecciones generales del 29 de octubre ha hecho emerger dificultades ocu...

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LAS ELECCIONES andaluzas -y muy especialmente la victoria por mayoría absoluta de los socialistas han perturbado la tranquilidad interior de algunas formaciones políticas. Sus resultados han revelado la inconsistencia de estrategias que se creían sólidas, han puesto en la picota estilos y modos electorales más cercanos a la taumaturgia que a la política y han reabierto heridas, despertado ambiciones y rivalidades en las cúpulas de los partidos.En el caso de Izquierda Unida (IU), la pérdida de 249.000 votos respecto de las elecciones generales del 29 de octubre ha hecho emerger dificultades ocultas, de cuya solución depende su supervivencia como opción de izquierdas diferenciada -y no por definición opuesta- de la socialista. Problemas como el establecimiento del modelo de organización interna acorde al carácter de movimiento social y político que se atribuye, su estrategia en relación al PSOE y, a más largo plazo, su contribución al debate sobre la redefinición de la izquierda, una vez desaparecida la referencia del socialismo real.

El modelo de organización y funcionamiento internos que finalmente elija IU es una cuestión que compete exclusivamente a los socios de la coalición (PCE, Pasoc, Izquierda Republicana e independientes). Pero las otras dos cuestiones requieren, por lo menos, una respuesta mínima por parte del PSOE, sin la cual su tratamiento, a la vez que escasamente realista, sería claramente incompleto y de una más que dudosa eficacia práctica. En todo caso, las tres cuestiones son interdependientes, de modo que la respuesta que se dé a una de ellas influirá necesariamente en las demás. La urgencia de las soluciones viene dada por las próximas elecciones municipales y autonómicas.

El modelo de desarrollo organizativo del proyecto de Izquierda Unida será distinto, por ejemplo, según se mantenga o no en el seno del PCE el viejo dogma del partido dirigente, sujeto histórico del mesianismo revolucionario. Al mismo tiempo, el cómo se defina el modelo organizativo de IU repercutirá, a su vez, en el tipo de relaciones con el PSOE.

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A la complejidad política e ideológica que ya de por sí tienen estas cuestiones se añade el clima de abierto enfrentamiento que define las relaciones entre el PSOE y dirigentes de la coalición IU. Un PSOE que, basado en su amplio apoyo electoral, ,pretende en muchas ocasiones constituirse en la única opción posible de la izquierda. Y unos dirigentes de IU que perseveran en el absurdo que supone ubicar al PSOE, de hecho, en el espacio político de la derecha. Es pretencioso echar mano del argumento electoral para resolver sin más el debate de la izquierda, pero constituye una solemne inajadería la afirmación de que son rehenes de la derecha los dirigentes socialistas, los programas electorales y la política del PSOE, amén de los ocho millones de ciudadanos que le votan.

Existen campos donde todavía es posible la convergencia del PSOE y de Izquierda Unida, como lo demuestra el reciente ejemplo de la LOGSE en el terreno legislativo (en la que han participado otras formaciones políticas) y la rica experiencia de los ayuntamientos de izquierda en el gobierno de municipios y autonomías. Consolidar y ampliar el arraigo social de los partidos políticos, con el único común denominador del acatamiento constitucional, favorece la implantación del sistema democrático.

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