Crítica:VISTO Y OÍDO

La protesta

Corrupción, cohecho: un enjambre de partidos políticos financiados con el abuso, sobornando a quien conviene, utilizando héroes populares para sus fines. Esto que estamos viendo es La honorable Angelina -el título debió ser traducido como La diputada Angelina o Su señoría Angelina para corresponder con el español-; es decir, esto es Italia en 1948, tres años después de terminada la guerra, buscando su democracia por los malos caminos: con el pueblo explotado, viviendo en chabolas, sin agua y sin abastecimiento, sometido a las riadas, explotado por los ricos y por los semirricos. ...

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Corrupción, cohecho: un enjambre de partidos políticos financiados con el abuso, sobornando a quien conviene, utilizando héroes populares para sus fines. Esto que estamos viendo es La honorable Angelina -el título debió ser traducido como La diputada Angelina o Su señoría Angelina para corresponder con el español-; es decir, esto es Italia en 1948, tres años después de terminada la guerra, buscando su democracia por los malos caminos: con el pueblo explotado, viviendo en chabolas, sin agua y sin abastecimiento, sometido a las riadas, explotado por los ricos y por los semirricos. Y ocupando las casas construidas por la especulación; los okupas, decimos ahora. Da gusto ver a Ana Magnani correteando por las calles embarradas y sucias, encabezando la rebelión de las mujeres en esta película de Luigi Zampa. Queda claro al final que los caminos de la política estaban vedados para los pobres. Lo están. Queda la protesta. Quedaba. Ahora hay una acomodación general; los verdaderos pobres están en otros países. Italia tiene -en la parte visible- una tersura de riqueza, aunque su política -y sus corrupciones, sus mafias, sus monopolios, sus partidos- no hayan cambiado ostensiblemente, y España también, aunque con retraso. Pero el calco de cuarenta y pico años atrás es tan ostensible que desazona. La película la tienen las autónomas, y la ha pasado el martes la de Madrid. Aquí las protestas están bien digeridas. Se centran en horas y días. Por ejemplo, en el Día del Medio Ambiente que celebró la tertulia de A mi manera con Francisco Umbral de divertido provocador; más divertido por decir algo que pensaba: que el progreso es malo para todos. Medio ambiente, por cierto, es una redundancia: en esa frase, medio y ambiente tienen el mismo significado (el medio que nos rodea, el ambiente que nos rodea). Pero no se va a evitar. Hemos llegado a un punto en el que hay que presentar excusas por hablar bien. He oído al ministro Corcuera decir: "Influir, perdón, influenciar...". Lo había dicho bien y pedía perdón. Para darme la autoridad que no tengo, copio a María Moliner: "Influenciar. Solecismo injustificable usado especialmente en Hispanoamérica: no añade nada a'influir' y suena mal". El ministro hablaba de la victoria de su caballería ligera sobre la horda campesina que quería invadir Madrid. ¡Sus tractores eran tanquetas! Por lo menos los carabineros de la película de la Magnani eran bondadosos, no iban a caballo y pegaban poco. Quizá fuese más fácil protestar antes.

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