Tribuna:

Poetas

Se anuncia ahora a bombo y platillo una escuela de poesía a cargo del Grupo Cero. El programa dura tres cursos. En el primer año se estudia la función poética. En el segundo se enseña a producir y editar una revista poética. Y en el último se promete la publicación de los poemarios individuales producidos por los alumnos. El reclamo publicitario, redactado en prosa, no da más cifras que la del citado grupo -o sea, cero- y los números de teléfono a los que llamar. Tal vez la matrícula, como el arte, sea gratuita.No voy a indagar nada. Me gusta la poesía. Me encantaría producir sonetos, versos l...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Se anuncia ahora a bombo y platillo una escuela de poesía a cargo del Grupo Cero. El programa dura tres cursos. En el primer año se estudia la función poética. En el segundo se enseña a producir y editar una revista poética. Y en el último se promete la publicación de los poemarios individuales producidos por los alumnos. El reclamo publicitario, redactado en prosa, no da más cifras que la del citado grupo -o sea, cero- y los números de teléfono a los que llamar. Tal vez la matrícula, como el arte, sea gratuita.No voy a indagar nada. Me gusta la poesía. Me encantaría producir sonetos, versos libres y toda clase de métricas, incluso las más difíciles. Pero ¿será necesario acudir a aquel centro para obtener el diploma de poeta laureado?

La idea viene seguramente de Estados Unidos, donde puedes enrolarte en toda clase de cursos, incluso en cursos para inventar cursos. Una vez me apunté a uno de fontanería porque el de cocina toscana ya estaba completo. Daba igual aprender la chapuza de la estopa que la pasta salteada con nabos. También existen cursos de sociabilidad para comensales. Son caros porque incluyen la alimentación. En un semestre dominas las técnicas de conversación con los vecinos de asiento y además te ceban como a un cerdo. Recibes nota máxima si hablas con la boca llena aparentando tenerla vacía. Luego de ese curso recomiendan otro de adelgazamiento.

Cualquier capricho docente tiene en aquel país escuela adecuada. Los escritores forjan su futuro aleccionados por otros escritores en una especie de terapia de grupo, aunque el oficio de escribir sea una enfermedad de solitarios no contagiosa. Sólo así merecen el pergamino fabricado por el ordenador.

En España se nos están muriendo los poetas y necesitamos reponerlos a la carrera. Imagino que ésta será la razón por la que ha surgido esa escuela y se anuncia con tanta urgencia.

Archivado En