Tribuna:FÚTBOL / LA JORNADA DE LIGA

Juego, luego existo

El jugador de fútbol es un esclavo de su interpretación, de su actividad. Es realidad en tanto juzga. El futbolista inactivo no es más que un comentario marginal, un dato estadístico, quizá la añoranza de algunos. El jugador que no juega, no existe.Son muchas las causas que privan a un jugador de su trabajo, de los aplausos, de la estima y del rechazo. Un entrenador puede borrarte de los ojos de todos guiado por preferencias personales. También uno deja de existir debido a discrepancias con dirigentes o por sanciones federativas... Pero de todos los motivos, ninguno como el de las lesiones....

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El jugador de fútbol es un esclavo de su interpretación, de su actividad. Es realidad en tanto juzga. El futbolista inactivo no es más que un comentario marginal, un dato estadístico, quizá la añoranza de algunos. El jugador que no juega, no existe.Son muchas las causas que privan a un jugador de su trabajo, de los aplausos, de la estima y del rechazo. Un entrenador puede borrarte de los ojos de todos guiado por preferencias personales. También uno deja de existir debido a discrepancias con dirigentes o por sanciones federativas... Pero de todos los motivos, ninguno como el de las lesiones.

La injusticia de un entrenador puede subsanarse con trabajo y méritos, en las sanciones caben los indultos, los dirigentes vienen y se van; sin embargo, una lesión es ante todo impotencia, resignación y olvido. Un jugador lesionado es un actor sin argumento que representar, es un personaje desterrado de la escena. Y sin escena no existe ni el éxito ni el fracaso. Ante la, lesión sólo resta la voluntad y la paciencia.

Pero una lesión, además de una desgracia que siempre consideramos ajena ("se lesionan los otros", "es muy difícil que me toque a mí", pensamos), es también un desafío que nos lanza la vocación. Es el momento para. calibrar nuestro apego a este obtuso deporte del balompié; de pesar nuestra voluntad, nuestra capacidad de sufrimiento y nuestra perseverancia. Nada sino esperar puede paliar lo que el destino ha dispuesto. Un destino que ignora nombres y calidades. Si no, que se lo digan a Gullit. El holandés, tras devolver a su país esperanzas y éxitos, ganar el Balón de Oro en 1987 y conquistar la Copa de Europa con el Milán, vive una de sus peores pesadillas, originada por esa triada terrible que forman la soledad, el quirófano y la duda.

Gullit, en el infierno

Ruud Gullit, que tantas veces vio la cara de la gloria, sufre ahora. el mal sueño de la inacción y la ausencia. Gullit ha cambiado el laurel por el infierno. Porque sin sus goles, sin sus negros rizos airafiando el aire, es muy difícil pensar en un Gullit futbolista. Es un actor desposeído de su papel. Las consecuencias de su lesión, como de cualquier lesión, a largo plazo son imprevisibles; a corto plazo, esas consecuencias están más definidas: de momento se ha perdido la oportunidad de disputar la Supercopa y la Copa Intercontinental, y mientras lucha por su recuperación, las posibilidades de estar en perfectas condiciones para el Mundial se reducen cada día.

Nadie es culpable de una lesión; sí pueden existir culpables de la duración de una lesión. El tiempo que la lesión de Gullit se ha cobrado de su rodilla me parece un saldo elevado y desproporcionado.

Mucho me temo que Gullit debe tener al mismísimo Dédalo urdiéndole uno de sus más complicados trabajos. ¡Ojalá encuentre pronto la salida! El fútbol saldrá ganando.

Miguel Pardeza es jugador del Zaragoza.

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