LAS REPERCUSIONES DE LA MUERTE DE PEDRO TOLEDO

Otro hombre de Deusto

Alfredo Sáenz Abad, un vasco arquetípico -por su semblante serio, su tez colorada y su directo sentido del humor- cree en el trabajo y en el sentido común. Casado y con cuatro hijos, nacido hace 45 años en Las Arenas de Getxo, es uno más entre los muchos ejecutivos del BBV que se licenciaron en Ciencias Económicas y Derecho en la Comercial de Deusto, la universidad católica de Bilbao.

Su posterior carrera profesional tiene bastantes puntos en común con la del fallecido Pedro Toledo. Tras licenciarse, siguió vinculado a la Comercial durante 15 años como profesor -igual que Toledo-, a...

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Alfredo Sáenz Abad, un vasco arquetípico -por su semblante serio, su tez colorada y su directo sentido del humor- cree en el trabajo y en el sentido común. Casado y con cuatro hijos, nacido hace 45 años en Las Arenas de Getxo, es uno más entre los muchos ejecutivos del BBV que se licenciaron en Ciencias Económicas y Derecho en la Comercial de Deusto, la universidad católica de Bilbao.

Su posterior carrera profesional tiene bastantes puntos en común con la del fallecido Pedro Toledo. Tras licenciarse, siguió vinculado a la Comercial durante 15 años como profesor -igual que Toledo-, al tiempo que iniciaba su labor profesional en la industria, concretamente en Tubacex -Toledo trabajó en General Electric-. En 1980, ya consejero qjecutivo de Tubacex, fue fichado por Toledo para el Banco de Vizcaya, donde su primer cargo fue la dirección de Planificación.

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La gran ocasión de demostrar su capacidad ejecutiva se le presentó en 1983. El Vizcaya acababa de adquirir Banca (Catalana y Toledo le puso al frente de la misma, al principlo como director-consejero delegado y, desde 1986, como presidente. Optó por plantear batalla en el terreno tradicional de las cajas de ahorro, justarnente en la región española donde las cajas son más fuertes. Y ganó la apuesta. Cuando fue nombrado consejero delegado del BBV, hace un año, dejó atrás una Banca Catalana cuyos benefícios anuales rondaban los 9.000 millones de pesetas y cuya salida a bolsa había sido un éxito. Y un sacrificado aprendizaje del catalán, que le reportó un satisfactorio manejo del idioma.

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