Comedias

Comedias, sí; no cómicas ni maestras, sino meros entretenimientos, ligeros, sencillos. La gran pelea es una secuela de Duro de pelar, vista hace varias semanas en Televisión Española, y también de madrugada, que venía a ser, como ésta, una apología de¡ puñetazo, la vida itinerante e individualista, los moteles y las latas de cerveza. La gran pelea retorna a su vez los mismos protagonistas, con especial mención de sus dos principales primates: Clint Eastwood, tan estólido y duro como siempre, y ese simpático -y más bien guarro: véase su obsesión por depositar excreme...

Comedias, sí; no cómicas ni maestras, sino meros entretenimientos, ligeros, sencillos. La gran pelea es una secuela de Duro de pelar, vista hace varias semanas en Televisión Española, y también de madrugada, que venía a ser, como ésta, una apología de¡ puñetazo, la vida itinerante e individualista, los moteles y las latas de cerveza. La gran pelea retorna a su vez los mismos protagonistas, con especial mención de sus dos principales primates: Clint Eastwood, tan estólido y duro como siempre, y ese simpático -y más bien guarro: véase su obsesión por depositar excrementos en ciertos lugares oficiales- orangután, a todas luces el triunfo de Duro de pelar y la espoleta que suscitó su continuación. Eastwood, productor de la cinta, encomendó la puesta en escena a Rudy van Gom -de quien hace poco vimos La lista negra, demostrando que el actor no quedó descontento de él-, que hizo un trabajo tan aplicado como impersonal.La otra es Una chica angelical, uno de los trabajos menos conocidos de William Wyler, la historia de una chica -buena composición de Margaret Sullavan- aspirante a actriz y sus escarceos amorosos a varias bandas. Su esquema de comedia de ley procede del guión que a partir de una obra de Ferenc Molnar escribiera Preston Sturges, más tarde un maestro del género con películas como Las tres noches de Eva, Un marido Pico o Los viajes de Sullivan. En cualquier caso, es un filme no visto por estos pagos, salvo error, en varios lustros, cuyo descubrimiento -o revisión para los más veteranos- se hace de todo punto necesario.

Poco que decir de La bella Lola, un vehículo idóneo para Sara Montiel, mezcla de revista y melodrama para solaz de admiradores de la actriz y estudiosos de nuestro cine en todas sus vertientes.