Editorial:

Víctima de la catarsis

TRISTE DESTINO el de Andreas Papandreu: ayer, luchador contra la dictadura, y hoy, ante la amenaza de ocupar una celda en la misma prisión en la que cumple su condena de cadena perpetua el ex jefe de la junta de los coroneles, Georgios Papadopoulos. El camino hasta la cárcel es aún muy largo, y no está nada claro que llegue a cubrirse por completo, pero el ex primer ministro socialista griego está ya emplazado para ser sometido a juicio ante un tribunal especial por sus presuntas responsabilidades en las escuchas ilegales a políticos y periodistas durante sus Gobiernos. El Parlamento, m...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

TRISTE DESTINO el de Andreas Papandreu: ayer, luchador contra la dictadura, y hoy, ante la amenaza de ocupar una celda en la misma prisión en la que cumple su condena de cadena perpetua el ex jefe de la junta de los coroneles, Georgios Papadopoulos. El camino hasta la cárcel es aún muy largo, y no está nada claro que llegue a cubrirse por completo, pero el ex primer ministro socialista griego está ya emplazado para ser sometido a juicio ante un tribunal especial por sus presuntas responsabilidades en las escuchas ilegales a políticos y periodistas durante sus Gobiernos. El Parlamento, merced a los votos conservadores y comunistas, dictó en cierto modo su veredicto sobre este asunto al admitir el suplicatorio previo al juicio, y es muy probable que vuelva a hacerlo dentro de unos días, y en el mismo sentido, en relación con el caso Koskotas, el mayor escándalo financiero de la historia del país. El cerco se estrecha.La atípica mayoría formada tras las elecciones del pasado 18 de junio, que arrojaron a los socialistas del PASOK a las catacumbas de la oposición, está cumpliendo su promesa de aplicar la catarsis (purificación) que considera imprescindible para devolver al sistema su credibilidad democrática.

Una vez que el Parlamento se pronuncie sobre las responsabilidades de Papandreu en el caso Koskotas serán los tribunales especiales los encargados de dictaminar sobre su culpabilidad o inocencia, y las aguas políticas estarán en condiciones de llegar a un remanso. Comunistas y derechistas podrán volver a ser lo que eran, enemigos y rivales, y los segundos lucharán por una mayoría absoluta en el Parlamento, que se les escapó por poco en junio y que les permitiría gobernar en solitario. Porque habrá elecciones. En eso el acuerdo es total. Y muy pronto. Probablemente el 5 de noviembre. Y no hay indicios de que Papandreu, pese al cerco político-judicial a que está siendo sometido, decida dejar la jefatura de su partido -que fundó y que se ha identificado durante tantos años con su persona- para permitir que aspire a la jefatura del Gobierno alguien por encima de toda sospecha.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No está nada claro que el veredicto del pueblo griego (cuya última expresión será el voto) resulte tan duro con el veterano y carismático líder socialista como lo ha sido el del Parlamento. Por un lado, son legión quienes opinan que Andreas Papandreu es inocente, y que, en la Cámara, sus enemigos y los del PASOK han actuado en clave revanchista, de simple ajuste de cuentas. Y tampoco faltan los que son sensibles al hecho de que, en los ocho años de Gobierno socialista, se han logrado conquistas sociales y económicas que hasta la derecha considera irreversibles. Además, la sucesión en el PASOK es complicada. No hay un delfín indiscutible, y tampoco queda tiempo para que el proceso se desarrolle sin traumas y el partido presente a los comicios un candidato con posibilidades de obtener un resultado honroso. Porque la vuelta al poder está totalmente excluida.

Así las cosas, y pese a la catarsis, lo más probable es que Papandreu siga siendo el líder de su partido, con lo que la Inminente campaña electoral volverá a girar antes en torno a sobornos, teléfonos pinchados, comisiones ilegales y fraudes comerciales que sobre programas políticos. El sistema se verá forzado a asimilar la singularidad de un aspirante a jefe de Gobierno procesado ante la justicia. Algo apenas concebible en el país que inventó la democracia, pero posible en el que también inventó la catarsis.

Archivado En