Editorial:

La carta

SERIA DEMASIADO simple sacarse de encima el debate propuesto por García Damborenea mediante el expediente -tan habitual en los que mandan, en general, y en el PSOE. en r)articular- de la descalificación personal, en base a sus propias contradicciones, de quien levanta la voz. Por ejemplo: su modelo de dirección, cuando fue secretario general de los socialistas vizcaínos, ¿no es un buen ejemplo de esos vicios de personificación del poder que ahora denuncia Damborenea? 0 bien: ¿no se tratará de una rabieta dictada por el rencor de quien jugó sus bazas y perdió? Tal recurso podrá tranquilizar a c...

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SERIA DEMASIADO simple sacarse de encima el debate propuesto por García Damborenea mediante el expediente -tan habitual en los que mandan, en general, y en el PSOE. en r)articular- de la descalificación personal, en base a sus propias contradicciones, de quien levanta la voz. Por ejemplo: su modelo de dirección, cuando fue secretario general de los socialistas vizcaínos, ¿no es un buen ejemplo de esos vicios de personificación del poder que ahora denuncia Damborenea? 0 bien: ¿no se tratará de una rabieta dictada por el rencor de quien jugó sus bazas y perdió? Tal recurso podrá tranquilizar a ciertos burócratas, pero no anula el hecho de que lo que sostiene Damborenea resulta dificilmente rebatible. Porlejemplo, que el partido socialista se ha convertido en una máquina al servicio del poder, en el que no hay lugar para la discrepancia y en el que tener opinión propia resulta peligroso. 0 bien que el modelo piramidal instaurado estos años le ha convertido en un partido sin opinión definida, que se limita a sostener la de su líder, de tal forma que la eventual retirada de éste le dejaría en la indigencia absoluta de valores, discurso, ideas y proyectos.El objetivo de la pasada por la izquierda debería ser, según Damborenea, "dejar arraigados hábitos de comportamiento democrático", por una parte, y "una normativa que asegure la corrección progresiva de las desigualdades", por otra. Y, más concretamente, inculcar en los ciudadanos "no sólo la conciencia de sus derechos, sino la voluntad de sostenerlos y el marco legal que los ampare". Un debate -específicamente político- sobre estas cuestiones, cuando probablemente nos encontramos ante el tercer mandato consecutivo de los socialistas, no parece superfluo.

Preguntarse hasta dónde puede llevar la actual política de la cúpula del PSOE y lo que quedará de su proyecto si, como parece posible, los socialistas vuelven a gobernar en mayoría absoluta, es algo que corresponde dilucidar sobre todo a los 200.000 ciudadanos que militan en ese partido. Pero lo que denuncia la carta de Damborenea no es sólo un supuesto fraude contra esa militancia, sino también contra el cuerpo electoral y la sociedad en general. Cada partido es libre de establecer los sistemas de organización interna que crea convenientes, siempre que sus militantes se lo permitan; lo que no es de recibo es que ese mismo partido se presente ante los electores diciendo lo contrarlo de lo que hace y haciendo una cosa muy distinta de lo que rezan sus estatutos. Porque ¿cómo creer en las ofertas electorales y en los programas de gobierno de un partido que es capaz de transgredir habitualmente sus propias normas internas?

Si es verosímil que el PSOE vuelva a conseguir la mayoría absoluta en octubre, también lo es que ello ocurra pese a perder, desde aquel otro octubre de hace siete años, alrededor de cuatro millones de votos, es decir, de apoyos populares. ¿Cómo puede decir González, y corroborar Benegas, que uno de los motivos del adelanto electoral es el "casi total cumplimiento del programa de 1986?" ¿Acaso piensan que quienes les votaron entonces consideran que los objetivosa los que dieron su apoyo se han cumplido en terrenos como la sanidad, la enseñanza, la vivienda, la calidad de la vida, la protección a los desempleados, la justicia y otros servicios públicos?

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Es posible que la pedrada del socialista vasco apenas levante olas en el plácido estanque en que se bañan el equipo del triunfo y tantos otros ganadores. Pero eso es justamente lo más preocupante. Que alguien que plantea estos aspectos no merezca sino el desdén indica que algo falla en un partido que aspira a que la sociedad se articule con arreglo a pautas diferentes a las de la simple adhesión al líder. En realidad, es evidente que algo falla si se compara la marginación actual de Damborenea con la presencia en puestos de relieve, sin excluir al Consejo de Ministros, de personas cuya mayor virtud consiste en caerle bien a Alfonso Guerra. Porque el riesgo no es sólo que nadie se mueva (para salir en la foto), sino que nada -al menos nada sustancial- se mueva.

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