Julio Alvar

La voz del pueblo purépecha en Europa

Hombre de conversación cordial e interesante. Con la cordialidad de quien, iras vivir 34 años en París, aún conserva un marcado acento y humor maños. Con el interés de quien comenzó siendo intendente mercantil, pintor abstracto después y finalmente antropólogo que lleva nueve años trabajando con la comunidad indígena purépecha al sur de México. Con toda la capacidad analítica de quien nunca ha sido impermeable a los problemas de los pueblos. Julio Alvar, nacido en Zaragoza en 1928, es famoso antropólogo de conférencias y seminarios, pero sobre todo investigador de campo.

Como jóvenes un...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hombre de conversación cordial e interesante. Con la cordialidad de quien, iras vivir 34 años en París, aún conserva un marcado acento y humor maños. Con el interés de quien comenzó siendo intendente mercantil, pintor abstracto después y finalmente antropólogo que lleva nueve años trabajando con la comunidad indígena purépecha al sur de México. Con toda la capacidad analítica de quien nunca ha sido impermeable a los problemas de los pueblos. Julio Alvar, nacido en Zaragoza en 1928, es famoso antropólogo de conférencias y seminarios, pero sobre todo investigador de campo.

Como jóvenes universitarios concienciados hasta el tuétano de las injusticias cometidas por los poderosos, Julio Alvar y su esposa, Janine -francesa, catedrática de español-, venden por 10 francos unos dípticos para ayudar al pueblo purépecha. Los dibujos son de Alvar; los textos, de los indígenas mexicanos. Uno de ellos recuerda el asesinato, el pasado 31 de diciembre, de Elpidio Domínguez Castro, uno de los principales dirigentes michoacanos en la lucha por la integridad de las tierras comunales. "Murió como si estuviera en el rastro a fuerza, / pero sin soltar la rienda./ Su objetivo fue la tierra, / a través de la lucha eterna; también la cultura purépecha, defendiendo la lengua materna"."El objetivo no es hacer denuncias ni panfletos, sino dar a conocer la realidad de tantos pueblos indígenas americanos cuyos derechos no les son reconocidos por los Gobiernos".

Julio Alvar se sumergió en las investigaciones antropológicas de la mano de su hermano, Manuel Alvar, director de la Real Academia Española. Estudió en Madrid para ser intendente mercantil. Hizo la tesis sobre El obrero como factor de producción, "pero mi gran pasión siempre había sido el dibujo". En 1954 consiguió una beca de Bellas Artes para ir a estudiar a París durante tres meses. "Me fui con la intención de no volver". Vivía de sus dibujos y de sus acuarelas. "La bohemia del pintor en París era una gran mentira. Había que marcharse en seguida a casa para trabajar, para ganarse el corrusco".

Hasta que un día su hermano le propuso hacer el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía. "Yo me encargaba de la parte gráfica". Después llegaron otras .regiones españolas: La Rioja, Navarra, Canarias, Aragón. "Así empecé a elaborarme un método de investigación". A partir de aquí, prácticamente en todo lo que cuente nombrará a su esposa, Janine, que actúa como implacable apuntadora cuando Julio Alvar relata algo de forma confusa, olvida matices o se extiende demasiado en detalles superfluos. En 1972 comenzó a trabajar en Brasil, en la región de Guaraquegada, en un trabajo para la universidad de Paraná. En 1979 le hicieron en París miembro del Museo Nacional de Historia Natural. Había entrado en un engranaje apasionante hasta el punto de pasar en su pintura -su segunda y nunca olvidada afición / profesión -de extremo a extremo: "Formé parte de la escuela zaragozana de arte abstracto. Pero el dibujo etnográfico, ya ve, es todo lo contrario. Es la línea pura, exige el rigor de la realidad".

Janine le recuerda que no ha hablado del Museo del Azafrán, en Monreal del Campo (Teruel), que próximamente se reabrirá, y a cuya apertura se entregó el matrimonio en dinero e ilusión.

Archivado En