Tribuna:

¿Quién?

¿Quién ha sido? Me negaré a creer, aunque me apliquen la ley antiterrorista, que la decisión de destituir a Gozalo procede de Luis Solana. Una persona tan amante de la libertad de expresión, tan consciente de que la televisión ha de ser el espejo de la realidad, no puede haber cesado al director de Derecho a discrepar precisamente por ejercer la libertad de expresión y por haber abordado una mercancía que está en todos los escaparates del país. Pocas horas después, la dirección de Televisión Española en Cataluña decide prohibir el ritual segundo pase de un programa emitido con anteriori...

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¿Quién ha sido? Me negaré a creer, aunque me apliquen la ley antiterrorista, que la decisión de destituir a Gozalo procede de Luis Solana. Una persona tan amante de la libertad de expresión, tan consciente de que la televisión ha de ser el espejo de la realidad, no puede haber cesado al director de Derecho a discrepar precisamente por ejercer la libertad de expresión y por haber abordado una mercancía que está en todos los escaparates del país. Pocas horas después, la dirección de Televisión Española en Cataluña decide prohibir el ritual segundo pase de un programa emitido con anterioridad y dedicado a uno de los personajes de la llamada beautiful people, es decir, la misma proteína pura del programa de Gozalo. ¿Otra vez Solana?Persona tan bondadosa es propensa a ser instrumentalizada y seguro que ha recibido alguna presión, sin duda telefónica, que le ha llevado a tan estrambótica decisión. No haré el chiste fácil de suponer que a Luis Solana se le cruzaron los cables nada más coger el teléfono; es decir, no se lo tomen como un chiste, sino como la constatación de que este hombre es disciplinado y, a pesar de sus convicciones más demostrables, si quien puede hacerlo le ordena que mate al mensajero, lo mata; con una sonrisa profidén, pero lo mata. Y piense el astuto lector que este admirable Solana se lía la manta a la cabeza pocas semanas después de ocupar el cargo, cuando aún todo eran sonrisas, las suyas y las nuestras. ¿Quién? ¿Quién tiene sobre Solana el poder suficiente como para congelarle el tímpano y merecer un desmayado pero decidido: ¡a tus órdenes!?

Pues, sin duda, el espíritu santo. Todo poder tiene su espíritu santo, y durante el franquismo se valía sobre todo de los confesores privados de algunas damas del régimen para proteger la imagen de la nueva clase. Pero ahora, en plena democracia, se trata de un espíritu santo laico que ha telefoneado a Solana y quizá le ha amenazado con la pérdida del carné de beautiful people, con la consiguiente pérdida también del derecho de antigüedad. La nueva clase. El espíritu santo. La nueva clase se sucede a sí misma.

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