Tribuna:

Butragueño

Los avatares de Butragueño, reserva en el Real Madrid, titular en la selección nacional, genio para unos, tronco para otros, proyecta sobre el ámbito del deporte la amplia polémica cultural sobre lo falso (Autrement, Los Cuadernos del Norte, Cosmopolítan, L´Expresso).Nunca, como en el caso de este jugador, el asunto de la falsificación había adquirido un valor deportivo semejante. Nunca el crítico y el aficionado se encontraron tan desafiados en su condición de expertos. Porque el problema que se presenta no es el de calificar dentro de una escala de más y menos el correspondiente valor...

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Los avatares de Butragueño, reserva en el Real Madrid, titular en la selección nacional, genio para unos, tronco para otros, proyecta sobre el ámbito del deporte la amplia polémica cultural sobre lo falso (Autrement, Los Cuadernos del Norte, Cosmopolítan, L´Expresso).Nunca, como en el caso de este jugador, el asunto de la falsificación había adquirido un valor deportivo semejante. Nunca el crítico y el aficionado se encontraron tan desafiados en su condición de expertos. Porque el problema que se presenta no es el de calificar dentro de una escala de más y menos el correspondiente valor de un delantero. No existe aquí, como habitualmente, la posibilidad de juzgar mediante grados. Butragueño plantea, como la falsificación misma de un legajo o una pintura, el sí o el no absolutos de su autenticidad. Igual que ocurre con la obra de arte puesta en entredicho, sometida a examen y pendiente todavía de un dictamen, su consideración pasa iterativamente del todo a la nada, del crack al bluf, del bluf al crack.

La distinción entre lo que es verdadero y lo que es falso constituye culturalmente la base de formación de lo real. El relieve de las cosas es un efecto de la luz de lo verdadero junto a la sombra de su falacia. Manteniendo la distinción verdadero/falso la realidad prospera; pero ¿qué sucede si los términos, mediante la sospecha de falsificación, se hacen ambiguamente iguales? En ese supuesto, lo real es sustituido por un tornasol de irrealidad.

Butragueño es un ejemplo capital del vértigo. En su caso ya no se trata de que juegue mejor o peor, ni de que sus rendimientos se relacionen con factores más o menos erráticos. El centro de la discusión no es de calidad sino de sustancia. Hay quien cree en el jugador y quien lo niega. Ningún sistema de detección ha alcanzado aún a demostrar si se trata de un talento genuino o de su impostura. El espectáculo más moderno del fútbol internacional se concentra sobre este curioso modelo directamente producido por La Era de lo Falso.

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