Carta a una hija

Tú no sabes mucho de aquel presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy; solamente habladurías, lo que has aprendido en los libros. En cierto modo, yo tampoco sé mucho. Hay mucha distancia entre el público y el presidente, y además tuvimos muy poco tiempo.Pero justo es decir que, pese a sus fracasos y éxitos, no le faltaba donaire ni humor. Tal vez te resulte extraño alabar esta cualidad en un presidente. Después de todo, cualquiera puede contar un chiste. Pero su risa era de las que iluminan la oscuridad. Así era su intelecto. Cuando citaba autores como Edith Hamilton sabías que la h...

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Tú no sabes mucho de aquel presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy; solamente habladurías, lo que has aprendido en los libros. En cierto modo, yo tampoco sé mucho. Hay mucha distancia entre el público y el presidente, y además tuvimos muy poco tiempo.Pero justo es decir que, pese a sus fracasos y éxitos, no le faltaba donaire ni humor. Tal vez te resulte extraño alabar esta cualidad en un presidente. Después de todo, cualquiera puede contar un chiste. Pero su risa era de las que iluminan la oscuridad. Así era su intelecto. Cuando citaba autores como Edith Hamilton sabías que la había leída y que no provenía de un negro.

Yo no alcancé la mayoría de edad al cumplir los 21 años, sino cuando habló de la antorcha que pasaba "a una generación nueva".

Como millones de personas, yo era bastante idealista para creer que éramos las escobas que barrerían las viejas crueldades e inercias, y lo bastante pragmático para creer que hacían falta una cabeza y un ojo fríos que mostraran el camino. Él tenía ambas cosas. También era rápido. Esas conferencias de prensa televisadas eran partidos de tenis, y hay que ver cómo cubría la pista. Esto es algo que no has visto nunca: un presidente en la red que devuelve una y otra vez la pelota.

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Si alguna vez pensé que se había equivocado, nunca le creí perezoso, ni estúpido, ni indiferente. Sus detractores, tampoco.

22 de noviembre

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