Editorial:

Silencio en México

CUATRO DIAs después de celebradas las elecciones presidenciales en México, sus resultados son aún una incógnita. Nadie ha celebrado aún nada. En todo el país hay un silencio casi sobrecogido, en espera de lo que indefectiblemente ha de ocurrir: la victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su candidato, Carlos Salinas de Gortari. Pero lo que importa en esta ocasión concreta no es quién resulte vencedor, sino cómo anuncia éste su victoria y cuál es el porcentaje de votos que se atribuye frente a sus contrincantes. Esta situación contrasta vivamente con anteriores comicios, en ...

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CUATRO DIAs después de celebradas las elecciones presidenciales en México, sus resultados son aún una incógnita. Nadie ha celebrado aún nada. En todo el país hay un silencio casi sobrecogido, en espera de lo que indefectiblemente ha de ocurrir: la victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su candidato, Carlos Salinas de Gortari. Pero lo que importa en esta ocasión concreta no es quién resulte vencedor, sino cómo anuncia éste su victoria y cuál es el porcentaje de votos que se atribuye frente a sus contrincantes. Esta situación contrasta vivamente con anteriores comicios, en los que el triunfo era celebrado la misma tarde de la elección y, como si se tratara de un juego a mano alzada, se barajaban porcentajes elevadísimos de victoria del candidato oficial del PRI frente a candidatos meramente testimoniales, sin que nadie pudiera, quisiera o se atreviera a disentir.La misma noche del miércoles, fecha de los comicios, el PRI lanzó las campanas al vuelo, anunciando el triunfo electoral de su candidato. Contrariamente a su inveterada costumbre, sin embargo, no ofreció datos sobre el resultado. Lo que es más, como si se arrepintiera de haberse precipitado en su triunfalismo, la plana mayor del PRI se encerró a partir de aquel momento en un mutismo que no ha roto en cuatro días. En cambio, los tres líderes de la oposición, Rosario Ibarra, Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, sí se apresuraron a caucionar el posible fraude electoral. Llegaron a sugerir que Cárdenas y su partido del Frente Democrático Nacional habían ganado al menos en tres Estados y en el Distrito Federal de México, lo que en sí ya es absolutamente revolucionario.

La ausencia de información oficial sobre los resultados durante todo este tiempo ha sido interpretada en México como producto de la estupefacción que habrían causado en el estado mayor del PRI unos resultados electorales que, según ciertos indicios, comprometen el monopolio del poder ostentado por este partido desde 1929. Es muy probable que por la cabeza de los sectores más duros del PRI haya pasado la tentación de ocultar o falsear los verdaderos resultados con la pretensión de que todo siguiera igual. Tentación al pucherazo nada inverosímil en un sistema con un largo historial de corrupción política, pero cada vez más difícil de llevar a la práctica.

A lo largo de todos estos días han ido apareciendo resultados parciales que sugieren que se ha producido una distribución de votos sin precedentes en toda la historia del sistema nacido de la revolución mexicana. Ocurra lo que ocurra, ya nada será igual en México. Sea cual sea al fínal la amplitud de los votos obtenidos por la oposición de izquierda de Cárdenas y por el conservador Partido de Acción Nacional (PAN), lo cierto es que, a partir de ahora, el partido en el Gobierno tendrá que tener en cuenta a una oposición que ha dejado de ser puramente nominal para convertirse en una alternativa real de poder. Seis décadas de control indiscutido han anquilosado al PRI, incapaz de romper su círculo vicioso de ineficacia y mala administración. Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier (PAN) han abierto una brecha y lo mejor que podría hacer Salinas es colarse también por ella para poner a las instituciones políticas del país a la altura de los tiempos. Parece que ésa es su intención. Durante nueve meses, Salinas ha hecho campaña por el país para familiarizarse con sus problemas y, de paso, para que se airee abundantemente su condición de hombre duro, eficaz y honrado.

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De creer a sus mentores, el futuro presidente podría ser una solución justamente en esta coyuntura: si sus anunciadas pretensiones de democratizar el sistema y de introducir un auténtico pluripartidismo en el país son sinceras, tiene en los resultados de estas elecciones una ocasión de excepción para llevarlas a la práctica.

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