Cartas al director

Wilde de nuevo

Sumándose a una polémica en la que ya aparecían nombres como los de Fernando Savater y Juan Carlos Onetti, dice el marqués de Tamarón en una reciente carta (EL PAÍS, 29 de mayo) varias cosas sin duda interesantes sobre la autoría de la gran verdad de que en la vida hay dos tragedias: no conseguir lo que se quiere y conseguirlo, y que de ambas la verdadera tragedia es la segunda. Se equivoca, sin embargo, cuando niega que Oscar Wilde dijera tal cosa. En Lady Windermere's Jan (El abanico de lady Windermere), obra estrenada el 22 de febrero de 1892 en el St. James Thea...

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Sumándose a una polémica en la que ya aparecían nombres como los de Fernando Savater y Juan Carlos Onetti, dice el marqués de Tamarón en una reciente carta (EL PAÍS, 29 de mayo) varias cosas sin duda interesantes sobre la autoría de la gran verdad de que en la vida hay dos tragedias: no conseguir lo que se quiere y conseguirlo, y que de ambas la verdadera tragedia es la segunda. Se equivoca, sin embargo, cuando niega que Oscar Wilde dijera tal cosa. En Lady Windermere's Jan (El abanico de lady Windermere), obra estrenada el 22 de febrero de 1892 en el St. James Theatre, de Londres, Wilde escribe literalmente (para que no quepan dudas de traducción) lo siguiente: "In this world there are only two tragedies. One is not getting what one wants, and the other is getting ¡t. The last one is much the worst; the last is a real tragedy!" (acto III), que es precisamente la gran verdad de la que hablamos.Ignoro si Wilde tomó la idea de La conjura (1705), de sir John Varibrugh, como dice el marqués de Tamarón que hizo Shaw -y que es verificable en el Oxford Dictionary of Quotations-, pero sí sé que la obra de Shaw de la que se toma la cita que aparece en la carta, Man and superman (Hombre y superhombre), se estrenó 13 años antes que la obra de Wilde, a saber, el 23 de mayo de 1905, en el Royal Court Theatre, de Londres.

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Es sumamente probable que Shaw, uno de los críticos literarios y teatrales más importantes de Londres durante la época en que Wilde fue el dramaturgo más aplaudido e importante en Gran Bretaña, conociese El abanico de lady Windermere, pues esta obra fue el primer éxito teatral de Wilde. En tal caso, no sería de extrañar que Shaw retuviese consciente o inconscientemente una idea tan brillante e irónica, pues estas son cualidades en las que era proverbialmente sobresaliente y que en parte caracterizan su estilo.

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Y todo esto, para terminar, ¿por qué? Pues porque, como dijera Jorge Luis Borges en un momento memorable, "nos cuesta imaginar el universo sin los epigramas de Wilde"-

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