Cartas al director

Más papista que el Papa

La actitud y las recientes declaraciones lepenistas del ciclista Luis Ocaña (EL PAÍS, 19 de abril de 1988), aunque raras, no son, como pudiera creerse, un fenómeno excepcional entre los inmigrantes ibéricos en Europa, mientras que es casi desconocido entre los de Hispanoamérica. Ello se explica, en parte por lo menos, por el complejo del converso integrado -o aspirando a serlo- en una cultura que le deslumbra por un nivel que él estima muy superior al de su país de origen.Al convivir con otros inmigrantes aún más distantes del modelo sociocultural al que frenéticamente des...

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La actitud y las recientes declaraciones lepenistas del ciclista Luis Ocaña (EL PAÍS, 19 de abril de 1988), aunque raras, no son, como pudiera creerse, un fenómeno excepcional entre los inmigrantes ibéricos en Europa, mientras que es casi desconocido entre los de Hispanoamérica. Ello se explica, en parte por lo menos, por el complejo del converso integrado -o aspirando a serlo- en una cultura que le deslumbra por un nivel que él estima muy superior al de su país de origen.Al convivir con otros inmigrantes aún más distantes del modelo sociocultural al que frenéticamente desea incorporarse, intenta por todos los medios diferenciarse de los subdesarrollados, invocando una identidad y unas preocupaciones análogas a las de la sociedad europea, exhibiendo un buen coche y joyas" que rayan y arrancan los inmigrantes inferiores o los salvajes compatriotas en cuanto pisa el solar patrio, añorando de paso los tiempos de Franco, cuando "si no te metías en política podías pasear tranquilamente y donde para estar aún más tranquilo -y poder dar de comer a su familia el progenitor de Luis Ocaña se vino a Francia, como millares de otros compatriotas.

Es, pues, normal que en el ambiente corrompido actual se recurra a la filosofía de corte lepenista y se piense salvar la situación con postulados tales como "el pájaro que exige las 35 horas es un pajolero" o incluso que "la tontería más grande de los últimos años es la escuela hasta los 18 años", confiando además, ingenuamente, que la xenofobia del ídolo no nos concernirá jamás a nosotros, inmigrantes de primera clase.

Una vez sentadas las bases político-sociales de nuestro campeón, un interrogante atenaza la mente de todos los fervientes adeptos de ese deporte casi completo que es el ciclismo, y nos preguntamos, angustiados, si la práctica intensiva de nuestro deporte favorito no comporta una degeneración cerebral, en particular en los campeones.

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Los que observamos desde hace medio siglo y padecimos en tiempos aún no muy alejados los métodos lepenistas en España y fuera de ella, y que por la edad y la experiencia somos impermeables a la ingenuidad y a ese tipo

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