El Barcelona alcanzó la final de la Copa

Anoche se ganó, se jugó de maravilla a ráfagas y Lineker metió un golazo mundialista, volando bajito, después de que un monstruoso Schuster, genial, capaz, motivado, artista, se metiera hasta la cocina y centrara de rosca. Anoche no había oposición, ni pancartas que le recordaran a Maria Luisa Navarro que le pidiera al oído a José Luis que lo dejara, en el momento de desprenderse de las zapatillas y abrir el lecho matrimonial. Anoche lo que había en el Camp Nou era una necesidad imperiosa de ganar.Pero suerte tuvieron de que Robinson desperdiciara la mejor ocasión del partido a l...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Anoche se ganó, se jugó de maravilla a ráfagas y Lineker metió un golazo mundialista, volando bajito, después de que un monstruoso Schuster, genial, capaz, motivado, artista, se metiera hasta la cocina y centrara de rosca. Anoche no había oposición, ni pancartas que le recordaran a Maria Luisa Navarro que le pidiera al oído a José Luis que lo dejara, en el momento de desprenderse de las zapatillas y abrir el lecho matrimonial. Anoche lo que había en el Camp Nou era una necesidad imperiosa de ganar.Pero suerte tuvieron de que Robinson desperdiciara la mejor ocasión del partido a los 14 minutos de juego, cuando Zubizarreta semifalló en su salida y le entregó un semigol al inglés. Pero Robinson disparó fuera. Fue un milagro. Y es que se trató de una noche milagrosa. En la que los jugadores barcelonistas parecieron movidos más por amor propio que por disciplina a un sistema. Jugaron para demostrar que no están acabados.

Más información

Archivado En