Diversión por partida doble

Las dos películas que hoy emite Televisión Española, tan diferentes entre ellas, tienen el común denominador de procurar sana diversión: Amor en conserva, con la presencia de los hermanos Marx, y Con el culo al aire, filme dirigido por Carles Mira.Distinguido fallero mayor del cine valenciano, Carles Mira realizó en 1980 este deshilachado, feroz, esperpéntico y lúdico mosaico de excentricidades que es Con el culo al aire, que tiene la gran ventaja de no pretenderse arte, aunque lo sea. La película es una locura a ratos felliniana que ya tiene, para no provocar despistes, a...

Las dos películas que hoy emite Televisión Española, tan diferentes entre ellas, tienen el común denominador de procurar sana diversión: Amor en conserva, con la presencia de los hermanos Marx, y Con el culo al aire, filme dirigido por Carles Mira.Distinguido fallero mayor del cine valenciano, Carles Mira realizó en 1980 este deshilachado, feroz, esperpéntico y lúdico mosaico de excentricidades que es Con el culo al aire, que tiene la gran ventaja de no pretenderse arte, aunque lo sea. La película es una locura a ratos felliniana que ya tiene, para no provocar despistes, a un manicomio en primera instancia. Un manicomio regentado por una monja -o por una coronela, que nunca se sabe dónde empieza la vocación y termina la graduación- que atiende al tan lorquiano sor de Angustias y donde va a parar un joven pueblerino, testigo silencioso de un universo regido por códigos estrictos y personajes históricos, metáfora visual de sistemas políticos dictatoriales e instituciones represivas mil.

Mira se monta con esta descalabrante no-historia su verbena particular. En el fondo, una muy sugestiva lección de historia de España después de haber pasado por el túrmix onírico.

Si Con el culo al aire desequilibra, antes, por la tarde, el espectador ya habrá perdido la chaveta con los hermanos Marx. Amor en conserva, que hoy cuenta con el plus fascinador de contemplar a una por entonces semidesconocida Marilyn Monroe, no es uno de sus filmes más míticos, pero tiene sus momentos de infinita gracia y, saliendo esta vez menos Groucho, se convierte en un auténtico festival Harpo, memorable en la escena en que, dándole ciento y raya a Mary Poppins, saca de su gabardina prácticamente todos los objetos de la humanidad.