Fútbol de Copa

La Copa atesora todavía muchas de las viejas cualidades del buen fútbol, demasiado gastadas en el largo -este año más que nunca- y tedioso campeonato de Liga. En la Copa no hay pactos ni propósitos dilatorios. Cada equipo se juega su destino a lo largo de 180 minutos, sin tiempo para enmendar los errores más adelante, sin la posibilidad de refugiarse en la idea de que el domingo que viene ya puntuaremos por ahí, sin considerar casi nunca suficente la diferencia de goles conseguida.Por eso la Copa deja de cuando en cuando espectáculos como el de anoche, casi impensables en la Liga. El Madrid y ...

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La Copa atesora todavía muchas de las viejas cualidades del buen fútbol, demasiado gastadas en el largo -este año más que nunca- y tedioso campeonato de Liga. En la Copa no hay pactos ni propósitos dilatorios. Cada equipo se juega su destino a lo largo de 180 minutos, sin tiempo para enmendar los errores más adelante, sin la posibilidad de refugiarse en la idea de que el domingo que viene ya puntuaremos por ahí, sin considerar casi nunca suficente la diferencia de goles conseguida.Por eso la Copa deja de cuando en cuando espectáculos como el de anoche, casi impensables en la Liga. El Madrid y el Atlético dejaron para la retina de los espectadores tantas llegadas de gol como tres programas de Estudio Estadio consecutivos. Por momentos, pareció que el Atlético sufriría una goleada de escándalo y, sin embargo, arrancó un resultado esperanzador. Los directivos de fútbol han hecho mucho por destruir la Copa; primero, diluyendo su discurrir entre el tedio de la Liga; después, creando ese subproducto conocido como la Copa de la Liga, felizmente desaparecido. Pero no lo han conseguido. De cuando en cuando, la vieja Copa aún asoma la cabeza y muestra un fútbol diferente. Sin componendas, sin resignación, con genio.

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