Tribuna:LAS ELECCIONES DEL 10 DE JUNIO

El estilo electoral

Esta definición comporta o exige .el cumplimiento de determinadas obligaciones sustantivas o de fondo, que la opinión pública valora en general positivamente, según se manifiesta a través del alto grado de participación habido en las sucesivas consultas electorales. Pero exige también el cumplimiento de otras obligaciones respecto a la forma, al modo de dirigirse a los ciudadanos y de hacer públicas y constructivas sus propuestas electorales o la crítica a las propuestas de sus adversarios políticos.Las ya numerosas campañas electorales desarrolladas desde 1978 debían haber creado un hábito ci...

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Esta definición comporta o exige .el cumplimiento de determinadas obligaciones sustantivas o de fondo, que la opinión pública valora en general positivamente, según se manifiesta a través del alto grado de participación habido en las sucesivas consultas electorales. Pero exige también el cumplimiento de otras obligaciones respecto a la forma, al modo de dirigirse a los ciudadanos y de hacer públicas y constructivas sus propuestas electorales o la crítica a las propuestas de sus adversarios políticos.Las ya numerosas campañas electorales desarrolladas desde 1978 debían haber creado un hábito civilizado y respetuoso que hiciera realidad esa exigencia quasi constitucional. Pero en el inicio de estas elecciones del 10 dé junio de 1987, vuelven a aparecer viejos estilos que deberían estar enterrados definitivamente de nuestra vida pública.

Un repaso rápido a las declaraciones de algunos candidatos a las diferentes instancias democráticas en juego crea, a mi juício, una difusa y desagradable sensación de que todo está permitido con tal de destruir al adversario electoral, por encima de la propia función integradora y cívica de los partidos políticos.

Convivencia y pluralismo

No todo está permitido, y eso lo saben mejor que nadie los ciudadanos, que apuestan en su vida diaria por la convivencia en el pluralismo y en el respeto a las ideas de los demás. La descalificación personal, las acusaciones genéricas de corrupción, los adjetivos que, bordean el Código Penal, conforman un entramado lingüístico y conceptual que descalifica la autenticidad del proceso electoral y tiende a ocultar la vaciedad del discurso o la caróncia de propuestas serias.

No es casualidad que quienes practican este estilo de campaña prometan también la gratuidad de los servicios públicos municipales y, a la vez, la reducción ínmediata de los impuestos municipales. Se trata, al parecer, de gritar mucho para que nadie entienda nada.

Las auténticas provocaciones que han salpicado esta "precampaña" no deben ser seguidas por quien entienda la función constitucional de los partidos y no sitúe a sus dirigentes al margen de las normas y de los estilos de relación civilizada y democrática. Los ciudadanos no merecen este castigo, sino la explicación serena y coherente de las cosas bien o mal hechas y de sus compromisos públicos para construir entre todos un futuro mejor.

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No sé si el estilo es el hombre, pero es seguro que el estilo de los partidos, su comportamiento civilizado y dialogante en las consultas electorales construyen una democracia avanzada y participativa o pervierten sus posibilidades de desarrollo.

Luis Larroque es el candidato número dos a la alcaldía de Madrid por la lista del PSOE.

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