Tribuna:

Quiteria

El problema es: ¿estaba Quiteria armada de potentes prismáticos o lo que vio lo vio simplemente con sus ojos gachones? Y añado: en este último caso, cuando Quiteria vio lo que vio, ¿procedió a cubrirse inmediatamente los ojos gachones o persistió en ver lo que veía? E insisto: si en verdad consintió en mirar lo suficiente para que no le gustara ver lo que veía, ¿por qué razón a Quiteria no le gustó?Pues, de haberle gustado, Quiteria -apoyada por su hermana Isabel- no hubiera persistido en su actitud de denunciante y ahora no tendríamos a un fiscal más velando por la moral y pidiendo tre...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El problema es: ¿estaba Quiteria armada de potentes prismáticos o lo que vio lo vio simplemente con sus ojos gachones? Y añado: en este último caso, cuando Quiteria vio lo que vio, ¿procedió a cubrirse inmediatamente los ojos gachones o persistió en ver lo que veía? E insisto: si en verdad consintió en mirar lo suficiente para que no le gustara ver lo que veía, ¿por qué razón a Quiteria no le gustó?Pues, de haberle gustado, Quiteria -apoyada por su hermana Isabel- no hubiera persistido en su actitud de denunciante y ahora no tendríamos a un fiscal más velando por la moral y pidiendo tres meses de arresto para un joven de Valencia que se paseaba desnudo por su casa (las cursivas son mías, el desnudo era suyo y la casa también).

Con lo cual nos encontramos con que, cuando uno se pasea en cueros por el piso o casa do mora o habita y habiendo pagado el alquiler, debe tener muy en cuenta la calidad de los encantos que exhibe: coincidirán conmigo en que no es lo mismo pasearse en cueros de Loewe que hacerlo en cueros de bota de Klaus Barbie. O en cueros de bolso de la muñeca Barbie. Hay cueros y cueros. ¿O hay ojos y ojos?

Un suponer que yo me hallo en la situación de Quiteria y usted, amado lector, Dios no lo quiera, en la del caballero que se paseaba desnudo por su casa. Si yo me quedara quieta en el balcón durante el tiempo necesario para fijarme bien y llegar a la conclusión de que la visión no me gustaba, usted tendría todo el derecho a denunciarme por voyeur (o voyeura, según se mire, y nunca mejor dicho). Se trata de averiguar en dónde estaba Quiteria cuando vio al joven pasearse en pelotas por su casa. A lo peor, era ella la que se asomó al balcón, más que nada para poder explicarle luego al fiscal, con lujo de detalles, en qué consistía el motivo de escándalo.

Ya saben lo de Caperucita, cuando acosa a preguntas a su abuelita/lobo:

-¿Para qué son esos balcones?

-Son para denunciaaaaarte mejoooooor.

Archivado En