Tribuna:

Bacterias

La última noticia de sucesos con mordiente sexual viene de un policía que movido por los celos mata a ella, al novio de ella, y se suicida. A diario, los tiros, los estrangulamientos o los hachazos guardan relación con el amor. Cuando los predicadores postulan que los hombres se amen entre sí acaso ignoran a qué sarta de horrores y despedazamientos inducen.Jacques Ruffié publicó recientemente un libro titulado Le sexe et la mort, donde establece con toda precisión biológica la vecindad entre la sexualidad humana y la muerte. También se refiere a los reptiles, a las aves de corral y a la...

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La última noticia de sucesos con mordiente sexual viene de un policía que movido por los celos mata a ella, al novio de ella, y se suicida. A diario, los tiros, los estrangulamientos o los hachazos guardan relación con el amor. Cuando los predicadores postulan que los hombres se amen entre sí acaso ignoran a qué sarta de horrores y despedazamientos inducen.Jacques Ruffié publicó recientemente un libro titulado Le sexe et la mort, donde establece con toda precisión biológica la vecindad entre la sexualidad humana y la muerte. También se refiere a los reptiles, a las aves de corral y a las panteras, pero centrándose en el caso de los humanos resulta más notable. A muchos parecerá que el asunto de los celos es un componente cultural o, consumido en porciones, algo que adereza la relación romántica. Nada de eso. Que los celos nazcan, crezcan e impulsen al asesinato es una firme señal del inexorable camino que comunica el amor y la muerte.

La exasperación del amor no encuentra nunca otro correlato que el exterminio. O, también, no existe una gran historia de amor que prescinda de la tragedia. Este es su festín natural. Todo lo otro es rancho o confitura.

El señor Ruffié razona sobre los privilegios que amparan la suerte de los protocaryotes, quienes prácticamente tienen todo lo que se ambicionaría en este mundo. En primer lugar no necesitan pasar por los riesgos pasionales, violaciones, aprensiones y enfermedades venéreas para sentirse en plenitud. Los protocaryotes no conciertan citas. Sencillamente, cuando llega el momento, es cada uno el que se escinde en dos y cada uno de los nuevos dos sigue su rumbo hasta que le sobrevenga el deseo y vuelva a escindirse en dos. Con ello no sólo consiguen reproducirse en una progresión semejante a la de otras especies, sino que logran la juventud perpetua y convertirse, sin más, en inmortales. Debo admitir que ante estos ejemplos se suele reprochar a las bacterias el tipo de vida aburrida que llevan. Pero admitan que hay gente muy poco consciente de lo que dice.

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