Tribuna:

Anulaciones

Un tema de conversación frecuente en la buena sociedad es el de las anulaciones matrimoniales. Parece desprender un especial efluvio erótico la separada, ya sea de tipo civil o canónico, aunque esta segunda condición es más estimada en el mercado de la subasta libidinosa. El divorcio legislado en nuestra democracia tiene, en -general, menos picante. Lo in es lograr una buena anulación en La Rota o, mejor todavía, en Roma, para fardar de influencias especiales que tan sólo se otorgan a los iniciados. La supuesta severidad o restricción en orden al desenlace matrimonial establecida...

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Un tema de conversación frecuente en la buena sociedad es el de las anulaciones matrimoniales. Parece desprender un especial efluvio erótico la separada, ya sea de tipo civil o canónico, aunque esta segunda condición es más estimada en el mercado de la subasta libidinosa. El divorcio legislado en nuestra democracia tiene, en -general, menos picante. Lo in es lograr una buena anulación en La Rota o, mejor todavía, en Roma, para fardar de influencias especiales que tan sólo se otorgan a los iniciados. La supuesta severidad o restricción en orden al desenlace matrimonial establecida por el papado polaco hace más meritoria la ruptura legal del otrora inseparable vínculo. Si existen, además, hijos de una y otra parte, la ruptura adquiere todavía un mayor dramatismo. Descubrir, por ejemplo, tras un largo período de coyunda activa, la memez congénita del cónyuge es uno de los argumentos utilizados con frecuencia por los magistrados del altísimo tribunal.Otras razones pueden ser la eyaculación apresurada, 91 débito racionado, el orgasmo irrepetible, la conexión perdida, la imagen del padre amenazador, las solicitaciones perniciosas, las rebúsquedas prohi6idas y un larguísimo etcétera sacado de los manuales del barroco confesional y mal traducido, por supuesto, del latín originario. Con todo ello, una migaja de buenas relaciones romanas y el apetitoso cambio de las divisas fuertes y duras es posible lograr una decisión relativamente rígida que permita resolver a satisfacción la espinosa cuestión. Tampoco debe olvidarse el valioso argumento de que lo solicitado es precisamente para hacer honor a la ortodoxia estricta de los solicitantes. Acostarse en pecado sería un fardo imposible de sobrellevar para la gente rica y piadosa que se divorcia. Deshacer dos matrimonios y dejar a la intemperie las proles respectivas es, por lo visto, una solución más razonable, más justa y equitativa y más dentro de la voluntad del Ser Supremo si se hace por la vía canónica.

Es cuando menos curiosa esta nueva ola de fundamentalismo religioso que nos llega de USA, como el rock duro, Warhol, el virus artificial del SIDA y los dibujos minuciosos de la anatomía de la próstata.

Anulación sí, pero por la vía eclesiástica para no escandalizar. Y los que se recasen por el sistema UCI), ¡allá ellos con su conciencia! También los nasciturus, zigotos y demás microbios espermáticos se darán por aludidos. ¿Pues qué? ¿No hay en ellos también ab initio una conciencia moral?

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Me viene a la memoria algo que me confió un amigo de la infancia al que dejé de ver durante mucho tiempo. Le pregunté por su familia y por una bellísima novia que tenía en nuestros tiempos de estudiantes. "Me casé con ella y me dio tres hijos", me respondió. "Con el tiempo nos fuimos alejando el uno del otro, hasta llegar a una amistosa separación. Luego salí con una amiga suya, casada también. Era enormemente atractiva y lo que había comenzado como una aventura se convirtió en una situación estable. A mí esa mujer me producía una apetencia irresistible. Pero cierto día me dijo que tenía que hablarme de un asunto muy importante. Acudí a la cita, y a los postres me comunicó la gran noticia: su abogado, el conde pontífico, le había comunicado que le acababa de conseguir la anulación pedida. 'Nos podremos casar, si tú quieres', dijo. ¿Podrás creerme si te juro que aquella noche pegué el primer gatillazo rotundo de mi vida activa? Oír pronunciar la palabra anulación resultó para mí un antídoto contra toda lascivia. Fue un remedio visceral contra la tentación de la carne".

¿Será verdad que el apetito sexual es una cosa mental, como pensaba Leonardo? ¿Será posible que las separadas gusten por lo que tienen de manjar prohibido y que la perspectiva del santo matrimonio con ellas conduce al descenso irremediable de los falos erguidos que sirven a Margaret Thatcher como trasfondo simbólico de los millones de carteles que en el Reino Unido invitan a utilizar los artilugios anticonceptivos que el doctor Condón inmortalizara con su nombre y que san Cipriano el Mago recomendaba hace a los lectores de El Cíprianillo?

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