Cartas al director

¿Libertad utópica?

Hay, por lo visto, en este país, y en otros muchos del área europea occidental, que es la que mejor conocemos, un mito de libertad necesaria, deseada por todos de manera urgente y a toda costa, aunque tengamos que pagarla algo cara. Ese principio vital, el ser libre cuanto antes, constituye a su vez la condición y el límite de nuestra democracia, y eso lea en el tema que sea: cultural, de drogas, de sexo, político o moral.La libertad y la tolerancia no son ideas abstractas; no han de implicar, al defenderlas, una actitud o una actividad específica, que demuestre su valor práctico, y la honesti...

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Hay, por lo visto, en este país, y en otros muchos del área europea occidental, que es la que mejor conocemos, un mito de libertad necesaria, deseada por todos de manera urgente y a toda costa, aunque tengamos que pagarla algo cara. Ese principio vital, el ser libre cuanto antes, constituye a su vez la condición y el límite de nuestra democracia, y eso lea en el tema que sea: cultural, de drogas, de sexo, político o moral.La libertad y la tolerancia no son ideas abstractas; no han de implicar, al defenderlas, una actitud o una actividad específica, que demuestre su valor práctico, y la honestidad de tales principios. o del que los defienda. Las dos ideas merecen, creo yo, un control individual o colectivo permanente, si no queremos que desaparezcan de nuestro mundo práctico. Al ponerlas en práctica podemos poco a poco entrar en el mundo ajeno sin necesidad de fomentar violencia con discreción, por no decir respeto. Me parece claro que estos dos principios hemos de considerarlos juntos, al ser tolerancia, límite o freno a libertad, y al ser libertad, desahogo, abertura o ruptura de tolerancia.Volviendo una vez más al aspecto cultural, debemos notar que hay violencia en los comportamientos de cada día, y no sólo violencia verbal. De eso depende nuestra actitud, fomentando, día a día, nuestra educación; respuestas de gran impulsividad y de poco control. Desde la niñez, todo individuo es capaz de crear violencia ambiental, al ser diferente y al querer defender su territorialidad. El niño nace muy libre, y piensa o se comporta como si su mundo no tuviera límites y sus actividades no fueran prohibidas en absoluto. Poco a poco, nos obligan a definir nuestro espacio de libertad, y ese perímetro y espacio libre lleva el sello de la ,tolerancia, es decir, depende más o menos del no permitir entrar en lo privado ajeno.

Ahora bien, la tolerancia es tan relativa, y depende de tantas variables, que en realidad los límites que nos damos no son nuestros, sino fruto del baño cultural al cual pertenecemos. En un mundo libre de verdad, los límites de nuestras tolerancias serían más bien reducidos. (¿Cuáles son las sociedades en las cuales más se condena y se castiga los desviantes y no normales?) En ambiente libre, los individuos deberían tener actitudes de gran flexibilidad y aceptación ante lo no visto, lo nuevo, lo ajeno. Al no ser así caemos en esquemas de comportamientos colectivos más rígidos y más o menos frustrantes. ¿El simple respeto del derecho de cada uno a ser él mismo, a ser único, a mostrar su originalidad sin miedo; creatividad, sin repetir lo mismo, lo ya visto, lo usado, no es ese mismo sentimiento colectivo de libertad?

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¿La tolerancia nuestra, hoy día, no es también miedo? La verdadera libertad, está claro, pertenece a lo incierto, a lo soñado, a lo intuitivo, a los futuribles, a nuestras sombras o soles escondidos debajo de lo prohibido. Si pudiéramos romper con fuerza la pared de nuestros prohibidos o de los inaceptables ajenos, ¿que pasaría? Por lo visto, no lo dudo, es peligroso.

Siguiendo adelante, creo que hoy día las modas son el refugio fácil de los blandos, los que, por necesidad de "ser reconocidos y apreciados ante el grupo, venden lo que es o sería suyo. Cuántos ángeles o demonios saldrían de nuestras entrañas a bailar por las calles si no existiera el miedo, el querer parecer, el querer indentificar y ser identificado y, por fin, idéntico. ¡Pero, cuidado, que el principio de tolerancia colectiva está cada vez más en juego!

El hombre es un creador, y es de deber, y de madurez individual y colectiva, el fomentar esa creatividad social y el dar las oportunidades, psicológicas o materiales, para conseguirlo. Todo proyecto naciente, ya sea individual o colectivo, ha de ser reforzado, intercambiado, criticado y vivido. Vivimos magníficas pérdidas culturales en fuentes de coca-cola y refranes de discoteca que caen sobre nuestras cabezas o que barren nuestros profundos deseos. Me dicen: "Si quieres, puedes hacer, eres libre", cuando, a su vez, han soltado el verdugo de mi voluntad, de mi energía del "querer hacer, querer decir, querer amar, compartir ideas, actos, músicas, maneras de vivir, gustos nuevos, cultura". La experiencia de lo desconocido. ¿Cuántos artistas seguirán viviendo de la nada, fuera del movimiento cultural de las masas; cuántos dejan sobre su camino cultura despreciada por no tener ecos favorables, respuestas apropiadas?.-

Ginebra, Suiza.

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