Cartas al director

Silla de torturas

Dirijo estas líneas para manifestar mi más absoluta indignacion y perplejidad con relación a la programación infantil de televisión.En efecto, no bastaba con las grandes dosis de sadismo y violencia que determinadas series de dibujos animados, generalmente de origen norteamericano, transmiten a su público infantil a base de toda serie de salvajadas y despropósitos contra las leyes naturales y de la flisica que les suelen ocurrir a los animalitos a los que toca el papel de villanos. Potenciándose en nuestros hijos una morbosa concelebración de tales hechos.

El colmo acontec...

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Dirijo estas líneas para manifestar mi más absoluta indignacion y perplejidad con relación a la programación infantil de televisión.En efecto, no bastaba con las grandes dosis de sadismo y violencia que determinadas series de dibujos animados, generalmente de origen norteamericano, transmiten a su público infantil a base de toda serie de salvajadas y despropósitos contra las leyes naturales y de la flisica que les suelen ocurrir a los animalitos a los que toca el papel de villanos. Potenciándose en nuestros hijos una morbosa concelebración de tales hechos.

El colmo aconteció el martes 25 de noviembre a las ocho de la tarde, al emitirse Mickey y Donald en la segunda cadena.

De resultas, que en el cuento de Los tres cerditos el cerdito sabio se inventa un aparato detector de mentiras, que no es otra cosa que una silla de torturas, en la que somete a toda una curiosa serie de vejaciones y sufrimientos tanto al taimado lobo del cuento como a sus díscolos hermanos.

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¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando, impotentes, tamaños atentados contra cualquier mínimo criterio pedagógico en la mejor televisión de este país? Me pregunto qué es lo que realmente persiguen los que hacen series como ésta, porque aquí no pueden darnos la consabida y tópica excusa de que producen lo que el público quiere. Me pregunto si habrá alguien (sociólogo o pedagogo) que defienda la conveniencia de la emisión en tales condiciones de estos programas. Es muy sugestivo elaborar hipotesis sobre lo que realmente persiguen. Basta reflexionar por qué en lo que algunos llaman "el país de la libertad" la convivencia humana y, consiguientemente, el desarrollo sano de la infancia en un entorno social equilibrado están totalmente rotos.

Es hora de que alguien haga sonar la voz de alarma, no sea que condenemos a nuestros hijos al odio, la intolerancia y los fanáticos deseos de consumir (habría que hablar también de la propaganda comercial para niños). Al fin y al cabo, nosotros tuvimos, muchos, un infancia tal vez pobre en medios materiales pero feliz en todo lo demás.

Que se lleven sus programas y que dejen en paz nuestros cocos. Yankee pictures back home!-

Ingeniero. .

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