Tribuna:MUNDOBASKET 86

Disquisiciones

Cuando un equipo de baloncesto falla como lo hizo España ante Brasil, resulta dificil encontrar una única clave determinante de lo ocurrido. Ninguna faceta del juego español logró, ni mucho menos, ser desarrollada como se presupone a su potencial. Las causas son múltiples.Basándonos en aspectos puramente estadísticos, es evidente que, cogiendo 14 rebotes menos, haciendo un 50% pelado de tiros de campo y, sobre todo, errando 21 lanzamientos de tres puntos, resulta dificil ganar un partido. Pero estos datos tan deficientes no pueden ser justificados únicamente como fruto de una mala tarde. Hay o...

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Cuando un equipo de baloncesto falla como lo hizo España ante Brasil, resulta dificil encontrar una única clave determinante de lo ocurrido. Ninguna faceta del juego español logró, ni mucho menos, ser desarrollada como se presupone a su potencial. Las causas son múltiples.Basándonos en aspectos puramente estadísticos, es evidente que, cogiendo 14 rebotes menos, haciendo un 50% pelado de tiros de campo y, sobre todo, errando 21 lanzamientos de tres puntos, resulta dificil ganar un partido. Pero estos datos tan deficientes no pueden ser justificados únicamente como fruto de una mala tarde. Hay otras razones tan importantes como los fríos números.

Se ha especulado mucho con la falta de Epi. No voy a poner en duda la calidad ni el peso específico de Epi en el equipo español. A pesar de contar con otros 11 jugadores muy válidos, su falta se notó. Pero no es la primera vez que España ha de jugar sin Epi. Sin ir más lejos, el año pasado, en la RFA, Epi sufrió otra lesión y España fue capaz de vencer nada menos que a la selección soviética.

Los bases son blanco de muchas críticas. Resulta claro que ninguno de los tres está jugando como lo hace en su club. La falta de confianza en sus posibilidades ante el aro es manifiesta. El seleccionador no ha logrado transmitir ni la más mínima tranquilidad hacia sus teóricos directores de juego. Su empeño en dirigir el partido puntualmente desde la banda anula sus posibles iniciativas, convirtiéndoles en autómatas.

Pero hay un problema que no reside en posibles rendimientos. Los cambios realizados entre los bases durante el partido no llevan consigo ninguna alteración en la forma de juego del equipo. El ritmo es monocorde, independiente del jugador que esté en la cancha.

El pobre porcentaje realizado por los aleros no pasa de ser una anécdota ante las causas que lo originaron. En ningún momento se encontró el ritmo de ataque oportuno y, lo que es peor, no se intentó otra forma de romper la zona que no fuesen los tiros de tres puntos. Las penetraciones para doblar el pase al compañero mejor situado apenas existieron. Ante ello, los brasileños no tuvieron más que cerrarse en torno a los pívots y aprovechar los continuos fallos para coger los rebotes e ir distanciándose en el marcador.

La decisión del seleccionador de elegir cuatro aleros y cincopívols, justificada ante el temor de una lesión, le volvió en su contra al lesionarse no precisamente un pívot, sino un alero. Las posibilidades de variación quedaron limitadas a los dos restantes, que, como ocurre con los bases, son muy similares. Las otras alternativas -Jiménez o Arcega- no fueron utilizadas.

La defensa, arma vital, no se asentó en ningún momento. La agresividad anunciada no apareció y los brasileños pudieron campar a sus anchas durante casi todo el partido. Además, los rebotes nunca fueron dominados y el juego español quedó resquebrajado.

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