Crítica:

El arroz tiembla

Una escena de Ghare Baire, la más reciente realización de Satyajit Ray (1984), ilustra una manera de ser. En la India de las primeras revueltas, la mujer de un cosmopolita comerciante, hasta poco antes sumisa, pero ya anglofilizada tras unas clases de inglés, trabaja en sus labores mientras el marido -creo recordar- lee un libro, y se pone a cantar una canción en inglés. El hombre, en un acto estéril de patriotismo, le reprocha el idioma y le insta a cambiar el léxico; accede y la canción se vuelve bengalí, a lo que él, satisfecho, remata con un definitivo y espontáneo "that's better".E...

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Una escena de Ghare Baire, la más reciente realización de Satyajit Ray (1984), ilustra una manera de ser. En la India de las primeras revueltas, la mujer de un cosmopolita comerciante, hasta poco antes sumisa, pero ya anglofilizada tras unas clases de inglés, trabaja en sus labores mientras el marido -creo recordar- lee un libro, y se pone a cantar una canción en inglés. El hombre, en un acto estéril de patriotismo, le reprocha el idioma y le insta a cambiar el léxico; accede y la canción se vuelve bengalí, a lo que él, satisfecho, remata con un definitivo y espontáneo "that's better".Esa confusión lingüístíca en el interior de un hogar documenta a la perfección las raíces escindidas de un país en un siglo de colonizaciones y descolonizaciones y el peso específico que sobre un artis ta formado en ambas culturas re presenta el hecho.

Ray hace un cine enraizado en su idiosincrasia, un remanso de vida india sin adulterar, pero reconoce sus influencias externas -las de Renoir sin ir más lejos, las del neorrealismo italiano caminando un poco más-; sin ellas su cine sería otro.

Una joya

Este ciclo que viene emitiendo TVE sobre Ray es una auténtica joya para el conocimiento cultural cinematográfico. Por lo visto, hasta ahora -y en versiones originales cuidadosamente subtituladas-, ya podemos afirmar sin ruborizarnos que el cine de Satyajit Ray roza la altura de los grandes, comparte méritos con Dreyer, Rossellini, Chaplin y, entre otros, el otro Ray. Nicholas, Ray de Rayes.

Son de lamentar los saltos importantes que el cielo ofrece, como la trilogía sobre el personaje de Apu, de la que sólo vimos la primera parte y la tercera, pero es un factor en buena medida perdonable, ya que la exhaustividad provocaría quizá el agotamiento de un espectador que pasaría del vacío Ray al empacho absoluto.

Uno de esos saltos se repite esta noche con la proyección de Un trueno lejano, de 1973, ya en colores -Ray los estiliza en función dramática- y con otro acento. Un pequeño pueblo bengalí, pacífico y cultivador de la tierra, es aquí el centro de la acción.

Ese pueblo va a sufrir la guerra, no fisicamente, sino a través de su consecuencia más inmediata, la peor consecuencia: el hambre. Nuevamente un factor externo -estamos en la II Guerra Mundial- hará tambalearse el orden interno y la abundancia de arroz travestida de escasez condicionará de esta forma, muchas vidas. Obra, claro está, desconocida por estos cerros pero prestigiosa, Un trueno lejano continúa el gran camino de una brújula cinematográfica que últimamente, con rigor, mira a Oriente.

Un trueno lejano se emite por TVE-2, a las 0.35.

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