Balón de oxígeno para Osasuna en Sarrià

Osasuna le endosó ayer dos de sus nueve negativos al Español, que ya está con cuatro y descendiendo alarmantemente posiciones en las últimas jornadas. El triunfo de Osasuna se produjo en lo que cabe considerar, sin duda, uno de los peores partidos de la temporada. Un partido que tan sólo contó con dos jugadas brillante: un potente disparo al poste de Orejuela, en el minuto 68; y un remate de cabeza de Iñaki, que sacó Sola, a un minuto del final, bajo los palos. Todo lo demás, para llorar.Cuando Nkono le regaló el gol a Osasuna, parte del público empezó a corear el sempiterno grito que renace s...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Osasuna le endosó ayer dos de sus nueve negativos al Español, que ya está con cuatro y descendiendo alarmantemente posiciones en las últimas jornadas. El triunfo de Osasuna se produjo en lo que cabe considerar, sin duda, uno de los peores partidos de la temporada. Un partido que tan sólo contó con dos jugadas brillante: un potente disparo al poste de Orejuela, en el minuto 68; y un remate de cabeza de Iñaki, que sacó Sola, a un minuto del final, bajo los palos. Todo lo demás, para llorar.Cuando Nkono le regaló el gol a Osasuna, parte del público empezó a corear el sempiterno grito que renace siempre cuando entramos en el último mes de campeonato: "¡Tongo, tongo, tongo!" La verdad es que el Español puede, incluso, permitirse el lujo de regalar puntos. Ayer, al Osasuna para que se salve de bajar a Segunda y, hace dos semanas, al Zaragoza para que acceda a la UEFA. Y, mientras, el público tirándose de los pelos y el entrenador, Xavier Azkargorta, con medio cuerpo dentro y medio fuera del banquillo, ya que cada vez tiene más difícil su renovación, pues ésta tan sólo está garantizada si el equipo queda entre los 10 primeros del campeonato.

Como dice el tópico, Osasuna hizo anoche su partido. Se encontró con un gol a los 20 minutos de Juego y, ante la incapacidad manifiesta de los locales, se limitó a congelar el balón, salir cómodo desde atrás, pararse cuando llegaba al centro del campo y sólo acercarse al área de Nkono cuando veía alguna posibilidad. Sus hombres, serios, expertos y buenas personas, hicieron cuanto fue necesario y trabajaron como descosidos durante los 90 minutos de encuentro.

En el otro lado, peor imposible. Fue la noche de los enfados personales. Nkono pataleó durante 10, minutos después de encajar el gol. Pineda se dio puñetazos en la cabeza tras fallar un remate clarísimo.

Soler se echó las manos al cogote al enviar, 10 metros por encima del larguero, un centro chupao. Fue, en fin, lo peor que se ha visto en Sarrià durante los últimos años.

Archivado En