Una 'cumbre' entre dos platos

A. 0 / F.M., Los estómagos pesados no favorecen las discusiones en profundidad. Los jefes de Estado y de Gobierno de los doce tuvieron ayer caza para almorzar y de nuevo para cenar. Quizá por eso, en previsión, la delegación belga, encabezada por el primer ministro, Wilfried Martens, fue a pie desde su hotel, próximo, al centro de reuniones de Kirchberg, en Luxemburgo, en contraste con el despliegue automovílistico de otros países. El presidente del Gobierno español, Felipe González, llegó en su coche oficial, un Mercedes berlina blindado, traído con anterioridad desde Madrid.

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A. 0 / F.M., Los estómagos pesados no favorecen las discusiones en profundidad. Los jefes de Estado y de Gobierno de los doce tuvieron ayer caza para almorzar y de nuevo para cenar. Quizá por eso, en previsión, la delegación belga, encabezada por el primer ministro, Wilfried Martens, fue a pie desde su hotel, próximo, al centro de reuniones de Kirchberg, en Luxemburgo, en contraste con el despliegue automovílistico de otros países. El presidente del Gobierno español, Felipe González, llegó en su coche oficial, un Mercedes berlina blindado, traído con anterioridad desde Madrid.

El presidente francés no se incorporó a la cumbre hasta las sesiones de la tarde. Los novillos de François Mitterrand -explicados en función de "otros compromisos", pues sólo en los últimos días se decidió que la cumbre empezaría por la mañana- provocaron el malestar de la presidencia luxemburguesa de este Consejo Europeo. Preguntado el portavoz de Margaret Thatcher sobre la ausencia de Mitterrand, contestó que "no nos habíamos dado cuenta de su ausencia".

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Los mandatarios fueron obsequiados por el gran duque Juan de Luxemburgo a un copioso almuerzo en su palacio: trenza de salmón a la veneciana, corona de jabato y profiteroles al chocolate.

Mientras se dirigían a almorzar, los federalistas europeos se manifestaron en Luxemburgo, pero, contrariamente a lo ocurrido en junio pasado en Milán, donde congregaron a unas 100.000 personas, aquí sólo lograron reunir a 3.000 partidarios de una auténtica integración europea.

Por la noche, el primer ministro luxemburgués, Jaeques Santer, les invitó en el castillo de Siweburen a tarrina de hígado fresco de oca, langosta al azafrán, medallones de corzo con salsa a la pimienta y, de postre, pastel ópera al sorbete de naranja. Todo ello regado con buenos vinos.

En la sala de reuniones sólo estaban presentes los mandatarios y sus respectivos ministros de Asuntos Exteriores, además de los representantes de la Comisión Europea, Jacques Delors y Lorenzo Natali. La cena tuvo como temas principales el endeudamiento exterior y el futuro papel del Parlamento Europeo, y a su término Felipe González afirmó que en ella no se había avanzado nada en la superación de las diferencias que sobre la reforma mantienen los doce.