Tribuna:

Oyente

El presidente del Gobierno español es un oyente de radio. Eso no es extraño, porque procede de la generación que empezó a tener mesa de noche. La generación de la consola vino luego, con la televisión. Con la radio, el jefe del Ejecutivo debe divertirse como Proust con la Madalena. A la televisión se acerca con ojos más adultos, y por eso últimamente se ha especializado en su crítica. La radio también le sirve para enterarse de lo que pasa en su país cuando navega por esos mares. Para este hombre de la generación de la mesa de noche, el invento de la radio en el coche es una bendición del ciel...

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El presidente del Gobierno español es un oyente de radio. Eso no es extraño, porque procede de la generación que empezó a tener mesa de noche. La generación de la consola vino luego, con la televisión. Con la radio, el jefe del Ejecutivo debe divertirse como Proust con la Madalena. A la televisión se acerca con ojos más adultos, y por eso últimamente se ha especializado en su crítica. La radio también le sirve para enterarse de lo que pasa en su país cuando navega por esos mares. Para este hombre de la generación de la mesa de noche, el invento de la radio en el coche es una bendición del cielo, porque le permite la información peripatética. Como los barcos en los que navega no deben tener radio, aprovecha las escalas para escuchar las noticias que le afectan, y gracias a esto se mantiene al día, aunque con retraso.El mismo Felipe González lo ha contado, pero nadie se lo ha tomado en cuenta. En un descanso de su aventurero viaje a bordo del Azor, mientras iba en automóvil hacia uno de los bares sardineros del Algarve, supo gracias a la radio que en España había extrañado ese periplo en el yate que en otro tiempo fue de otra gente que recordar no quiero. El presidente reveló varias cosas, pero no las subrayó adrede: fueron tanta la tinta, y la palabra, gastada en su tierra sobre ese dichoso viaje que cabe pensar que el presidente desconecta su cotidiano servicio de prensa para que la tinta no contamine el agua; asimismo, renuncia al servicio telefónico marítimo que Solana -el otro es el portavoz- dispensa con la punta de la tecnología; consigue con ello desconocer incluso lo más próximo; y muestra que es un hombre fiel a la imagen que proyecta la memoria histórica de este país: escucha el programa del hombre que trajo a la radio la primera noticia convulsiva de la transición: los comunistas eran legales. Fue, en efecto, Alejo García, en Popular, popular, quien alertó a Felipe González desde la lejanía que en España le fabricaban un tumulto airoso a cuenta de su viaje por el pasado. Conectó, al contrario de lo que él piensa que hace la televisión, con la llamada sensibilidad media del país.

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