Tribuna:

La crisis

Le preguntan a Marguerite Duras por su actitud ante las próximas elecciones francesas. "Votaré a Mitterrand por su esfuerzo para explicarnos la crisis". En apenas 10 palabras resumió la autora de El amante no su intención de voto, sino toda una filosofía de andar por este otro fin de siglo con la mirada despierta. La inferencia lógica -paradójica- de la frase nos salpica directamente. Es probable que Mitterrand pierda las elecciones por haber logrado transmitir a los franceses la verdadera dimensión de la crisis que vivimos. Y es igual de probable que Felipe González vuelva a arrasar en...

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Le preguntan a Marguerite Duras por su actitud ante las próximas elecciones francesas. "Votaré a Mitterrand por su esfuerzo para explicarnos la crisis". En apenas 10 palabras resumió la autora de El amante no su intención de voto, sino toda una filosofía de andar por este otro fin de siglo con la mirada despierta. La inferencia lógica -paradójica- de la frase nos salpica directamente. Es probable que Mitterrand pierda las elecciones por haber logrado transmitir a los franceses la verdadera dimensión de la crisis que vivimos. Y es igual de probable que Felipe González vuelva a arrasar en el próximo duelo electoral porque ha logrado escamotear a los españoles la complejidad de la crisis y la oposición ofrece como alternativa a esta usura explicativa el discurso más difícil: el silencio.Pronuncias o escribes en Francia o Italia el vocablo crisis y nadie, ni siquiera la derecha más paleolítica o la izquierda más sesentona, relaciona la palabra fetiche con las coyunturas economicistas, los avances o retrocesos en la bolsa y en la cesta, los vaivenes estadísticos del binomio paro-inflación. El campo semántico de la crisis es de escala bastante menos liliputiense y miope: hace referencia al nuevo hecho de civilización, a la drástica mutación del modelo industrial y social, a la liquidación por derribo del viejo paradigma cultural y al mareante cambio de rumbo de las ideas y de las creencias. Tal uso de la crisis es el único recomendable para transitar por los desfiladeros de salida del siglo XX. Pero resulta fatal para salir airoso en unas elecciones, porque desde esa perspectiva amplia y endemoniadamente compleja ya no es posible medir los resultados gubernamentales, ni siquiera los resultados excelentes, desde las escalas ridículas del PIB, del IPC, del valor añadido neto o de los índices de coyuntura. Pronuncias aquí la palabra crisis y sólo te hablan de esas cifras sor Virginia, de las salidas templadas o destempladas de Ruiz Gallardón, del Tribunal Constitucional o de las zozobras de Sotillos, Calviño, Moscoso, Solchaga, Barón, De la Cuadra y Campo. Así cualquiera gana las elecciones aunque no te vote la Duras y descalabres el futuro.

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