COPA DE LA LIGA

Un paseo para el Atlético

En el minuto 13 la ingenua defensa del Español dio el primer aviso: permitió que Marina -apenas llega al 1,65- cabecease con impunidad al poste, rodeado de fornidos y altos zagueros, para que Hugo, en el rechace, abriese el marcador. En el 19, Azkargorta, técnico españolista, se percató de que Lauridsen movía bien a su equipo, pero a riesgo de que Votava subiese una y otra vez por la derecha.Al filo del descanso ya quedaron claras tres cosas. Primero, que aquello acabaría en paseo para un Atlético arrollador. Segundo, que directivos, técnicos y jugadores de ambos equipos iban a arrepentirse de...

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En el minuto 13 la ingenua defensa del Español dio el primer aviso: permitió que Marina -apenas llega al 1,65- cabecease con impunidad al poste, rodeado de fornidos y altos zagueros, para que Hugo, en el rechace, abriese el marcador. En el 19, Azkargorta, técnico españolista, se percató de que Lauridsen movía bien a su equipo, pero a riesgo de que Votava subiese una y otra vez por la derecha.Al filo del descanso ya quedaron claras tres cosas. Primero, que aquello acabaría en paseo para un Atlético arrollador. Segundo, que directivos, técnicos y jugadores de ambos equipos iban a arrepentirse del fin de las recusaciones arbitrales, decidido 24 horas antes. Tercero, que Navarrete tuvo suerte de que el Atlético se emborrachara de fútbol y goles, con lo que la hinchada más ruidosa del fondo sur pasó de él.

Se notó que era un partido de eso llamado Copa de la Liga por el espíritu ofensivo de los dos equipos y las numerosas jugadas de gol ante ambas porterías. El Atlético pudo entrenarse en su variada gama de acciones, es decir, paredes en corto, lanzamientos largos de Landáburu, la rocosa seguridad de Arteche, Balbino y Tomás, la movilidad Hugo-Cabrera y las entradas con el balón cosido al pie de Quique y Rubio. Y el Español gustó a la escasa parroquia porque también puso a prueba a un Pereira que parece oponerse al fichaje de Cervantes.

El encuentro acabó con el Español entregado y con Luis Aragonés aclamado por el preciosista fútbol practicado por sus pupilos cuando, tras ser expulsado por Martín Navarrete, se vio obligado a presenciar la segunda parte del encuentro desde el palco. Luis, durante el descanso, le había dicho a Navarrete lo que debía de pensar todo el público: que se aclarase de una vez por todas.

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