Tribuna:

Hombres

Donald Babets es un especialista en temas de urbanismo. David Jean es director gerente de una clínica en Boston. Ambos son homosexuales, tienen alrededor de 35 años y viven juntos desde hace una década. En el verano de 1984 decidieron ser padres adoptivos y, tras pedir las cartas de recomendación precisas -incluida la de cada uno a su párroco- y someterse a la correspondiente investigación sobre ingresos y honorabilidad, les entregaron dos niños de dos y tres años. No hay ley en el Estado de Massachusetts que les niegue el derecho de adopción.El asunto, sin embargo, se ha convertido en un deba...

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Donald Babets es un especialista en temas de urbanismo. David Jean es director gerente de una clínica en Boston. Ambos son homosexuales, tienen alrededor de 35 años y viven juntos desde hace una década. En el verano de 1984 decidieron ser padres adoptivos y, tras pedir las cartas de recomendación precisas -incluida la de cada uno a su párroco- y someterse a la correspondiente investigación sobre ingresos y honorabilidad, les entregaron dos niños de dos y tres años. No hay ley en el Estado de Massachusetts que les niegue el derecho de adopción.El asunto, sin embargo, se ha convertido en un debate público. La protesta de algunos vecinos y los reportajes en periódicos y emisoras han agitado a esa masa norteamericana, ayer mayoría silenciosa y hoy activista de la conservación. Desde años atrás, algunas agencias entregaron niños a homosexuales, sin escándalo. En el supuesto, además, de ciudades como Nueva York, la demanda de los gay fue un vehículo oportuno para paliar la superoferta de niños. Por descontado que en todos los expedientes es preceptivo el consentimiento de la madre. Más aún, en Estados Unidos ha comenzado a experimentarse el sistema de que la mujer que va a entregar a su hijo visite antes a las familias solicitantes. En un canal de televisión pudo contemplarse hace dos meses a una muchacha de Nebraska, embarazada de siete meses, presentándose en tres casas distintas y revelándonos al fin que se había decidido por los Sutton, en cuyo hogar veía coincidir una afabilidad bastante y un franco interés por la guitarra. A los homosexuales de Boston también les firmó su conformidad la madre y estaba todo en regla, pero la excesiva publicidad, en opinión de la responsable de los servicios sociales, ha aconsejado que se les retiren los niños. Las mujeres, las lesbianas, siempre han tenido en su inclinación más facilidades. Incluso pueden tener un hijo que se les parece a poco que recurran a los bancos de semen. Cuando todavía hoy se habla de la opresión de un sexo, merecerían tenerse en cuenta estos otros cuadros de discriminación. No lo niego: digo esto como la otra queja masculina que se apoya en la homosexualidad.

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