Santa Cruz de la Serós

El esplendor de dos monasterios medievales

La sierra se hace muralla, bosque impenetrable, para abrirse en su ladera norte en un mínimo circo que se hará cada vez más llano. En ese lugar escondido, a tan sólo una docena de kilómetros de Jaca, a trasmano de las carreteras principales, se encuentra la población de Santa Cruz de la Serós, encallada en las estribaciones pirenaicas, protegida por la sierra de San Juan de la Peña, toda piedra y pizarra, intacta y hermosísima, y con una de las más insólitas iglesias románicas de todo Aragón.Parece ser que este escondite montañoso fue refugio de un grupo de eremitas allá por la alta Edad Media...

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La sierra se hace muralla, bosque impenetrable, para abrirse en su ladera norte en un mínimo circo que se hará cada vez más llano. En ese lugar escondido, a tan sólo una docena de kilómetros de Jaca, a trasmano de las carreteras principales, se encuentra la población de Santa Cruz de la Serós, encallada en las estribaciones pirenaicas, protegida por la sierra de San Juan de la Peña, toda piedra y pizarra, intacta y hermosísima, y con una de las más insólitas iglesias románicas de todo Aragón.Parece ser que este escondite montañoso fue refugio de un grupo de eremitas allá por la alta Edad Media, hasta que el rey de Pamplona, señor y dueño por entonces de estas tierras, fundó a principios del siglo X el monasterio. No uno, sino dos, ya que varones y hembras se encontraban entre los ermitaños; y así nacieron, se desarrollaron y llegaron hasta hoy las dos iglesias correspondientes a los dos diferentes cenobios. Sin duda fue el de las monjas el más favorecido por la suerte y la historia. Con la creación del reino de Aragón Santa Cruz de la Serós alcanzó su máximo esplendor. Doña Sancha, hija del célebre Ramiro I, se instaló en el monasterio y lo colmó de regalos y privilegios. A, su poder e influencia se deben sin duda la hermosa construcción que hoy vemos. Los distintos bloques se suceden imitando la composición de las montañas y la decoración se limita a la portada -en el tímpano, con el característico crismón- y a las hermosas ventanas de la torre. En el interior, austero, la sorpresa de la cámara alta, a la que se accede por una escalera lateral. Se trata de una sala octogonal aparentemente oculta que se levanta sobre el crucero.

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San Caprasio, que así se llama la iglesia del cenobio de los monjes, se encuentra a una cierta distancia, justo a la entrada del pueblo. Mucho más humilde y simple, es, sin embargo, tina hermosa construcción originaria del siglo XI, emparentada con el románico catalán rural y con el exterior decorado con arquillos lombardos.

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