Entrevista:La conferencia nacional del PCE

"Ya he chocado otras veces con la mayoría", afirma Carrillo

Fue en 1956 la primera vez que Santiago Carrillo chocó con la dirección del PCE; desde hace dos años se reproduce la situación. La actual crisis de su partido la circunscribe el veterano político en el debate en el que se encuentran inmersos todos los partidos comunistas que actúan en sociedades capitalistas: pueden desaparecer ante una sociedad tecnológica o, por el contrario, la nueva sociedad creará una nueva clase obrera, con más desposeídos que refuercen la necesidad de partidos comunistas. Carrillo se queda con la segunda posibilidad. "El futuro del partido depende a veces del...

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Fue en 1956 la primera vez que Santiago Carrillo chocó con la dirección del PCE; desde hace dos años se reproduce la situación. La actual crisis de su partido la circunscribe el veterano político en el debate en el que se encuentran inmersos todos los partidos comunistas que actúan en sociedades capitalistas: pueden desaparecer ante una sociedad tecnológica o, por el contrario, la nueva sociedad creará una nueva clase obrera, con más desposeídos que refuercen la necesidad de partidos comunistas. Carrillo se queda con la segunda posibilidad. "El futuro del partido depende a veces del coraje revolucionario de una minoría", aunque para ello Carrillo está dispuesto a "quebrar" el principio ortodoxo comunista de acatamiento a la dirección.Pregunta. La división que vive el PCE puede enmarcarse en un proceso profundo como es la búsqueda del sentido de un partido comunista en España y el papel que debe jugar.

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Respuesta. Esto ya ocurrió en los años treinta, tras la crisis económica y social de la revolución industrial. Ahora estamos ante la segunda, y en los partidos comunistas se plantea una cuestión: ¿desaparecerá la clase obrera o, por el contrario, aumentará el número de desposeídos? Hay quien piensa que la clase obrera desaparecerá y ya no será necesario un partido comunista. Otros pensamos que con el desarrollo tecnológico e industrial van a aumentar en los países más desarrollados los marginados, por lo que hará falta un partido comunista aunque puesto al día.

P. Esta disyuntiva es la que desde su punto de vista se dirime en el PCE. Usted parece dispuesto a defender sus tesis al margen de la mayoría de la dirección emanada del 11º congreso y obviando los principios comunistas del centralismo democrático.

R. Hay quien no se da cuenta de que existen momentos históricos en los que la noción de mayorías y minorías no se puede mantener como un criterio para resolver los problemas. Éstos imponen quebrar esa concepción, conscientes de que la vida del partido y el porvenir del movimiento obrero dependen del valor político que se muestre, aceptando incluso la responsabilidad de no acatar mayorías formales.

P. Usted considera entonces que el movimiento obrero y la historia le demandan que no acate las resoluciones de la dirección.

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R. No es la primera vez que yo choco con la mayoría. La primera fue en 1956, cuando se discutía la necesidad de un cambio en el partido orientado a la reconciliación nacional que incluía el apoyo a que España ingresara en la ONU en pleno régimen franquista. Yo estuve un tiempo en minoría defendiendo esto y consideré mi deber hacer públicas mis discrepancias; al final me dieron la razón. Pienso que el futuro del partido depende a veces del coraje político y revolucionario de una minoría de la dirección, que puede no serlo tanto en las bases. La división es real y profunda, no caprichosa. Es necesario un debate ideológico serio en que cada uno mostrara sus cartas sin tapujos.

P. ¿A qué tapujos se refiere?

R. Creo que hay un doble lenguaje: el que la mayoría utiliza en el interior de la comisión del manifiesto programa y que habla de romper con el anterior manifiesto, refundar el partido, y que el nombre del PCE ya no vende; y otro que se utiliza públicamente, porque saben que el otro no se aceptaría, en el que se quiere dar a entender que no existen discrepancias ideológicas. Debe haber un debate ideológico profundo que se prolongara en el tiempo, porque hay problemas que no están claros. Un debate que no impidiera a todos los comunistas ir juntos a las elecciones del 86. Un debate que no se cerrara con medidas disciplinarias; estamos en tal situación de división que pretender la resolución de los problemas estatutariamente es un disparate. Y con la conferencia nacional ya se ha comenzado con las sanciones porque ahí se va a decidir acabar con la organización de Madrid y del País Valenciano. No obstante, ni pensamos irnos con Gallego ni formar otro partido; aunque se nos expulsara, seguiremos siendo PCE.

P. En términos electorales, ¿qué futuro vislumbra para el PCE?

R. Si no se rectifica, y yo sigo llamando al diálogo, va a suceder que en el 86 Gallego irá con una candidatura, la mayoría de hoy con otra, y nosotros no se qué vamos a hacer, depende de la mayoría; el caso es que podemos sacar menos diputados que ahora y la posibilidad de que el PCE desde un punto de vista electoral desaparezca. Ahora bien, por muchas crisis que haya, el PCE es una necesidad histórica y resurgirá y en España hay muchas gentes comunistas. En la historia de los partidos comunistas, tras las crisis resurgen con mucha más fuerza.

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