Cartas al director

Los mártires religiosos

En la edición de EL PAÍS del míercoles 30 de enero se informa sobre el inicio del proceso de beatificación de un mártir de la Cruzada, el sacerdote Ricardo Pla Espí, asesinado en Toledo el 30 de julio de 1936. Quisiera, si me lo permite, expresar mi opinión sobre tan emocionante suceso.A los señores ministros de la Iglesia convendría recordarles que, a la hora de emitir juicios de valor, no es bueno dejarse llevar de un maniqueísmo tan añejo como ese pobre esqueleto que en estos días se exhibe en la parroquia de San Bartolomé de Agullent (Valencia).

Ustedes deben sa...

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En la edición de EL PAÍS del míercoles 30 de enero se informa sobre el inicio del proceso de beatificación de un mártir de la Cruzada, el sacerdote Ricardo Pla Espí, asesinado en Toledo el 30 de julio de 1936. Quisiera, si me lo permite, expresar mi opinión sobre tan emocionante suceso.A los señores ministros de la Iglesia convendría recordarles que, a la hora de emitir juicios de valor, no es bueno dejarse llevar de un maniqueísmo tan añejo como ese pobre esqueleto que en estos días se exhibe en la parroquia de San Bartolomé de Agullent (Valencia).

Ustedes deben saber, y no me hagan dudar del alcance de su intelecto, que tan asesinado fue el citado Pla Espí como tantos que en un bando y otro cayeron. Por favor, no violemos la paz de los muertos; lo suyo no es adoración a un mártir, es pura nostalgia involucionista.

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Y no es eso lo más grave, ni la merecida fama de reaccionario que el obispo Jesús Pla, primo hermano del futuro beato, se tiene ganada, ni las palabras del párroco Clíment, tan impreganadas de libertad de expresión, sobre campañas de Prensa pasadas. Lo verdaderamente simpático es, según dice su periódico, la representación dramática de la escena del fusilamiento del citado cura a base de airgam-boys de plástico. No tardarán en salir postalitas del mártir, biografías de su abnegado batallar en este valle de lágrimas, etcétera. Las arcas de la madre Iglesia lo sabrán agradecer, igual que lo agradecen a los pastores de Fátima, de Lourdes, de Guadalupe y a otros muchos pastores y pastoras que en el mundo fueron.

Y mientras tanto, Juan Pablo II sigue con su turismo por América Latina, repartiendo bondad a diestro y palos a siniestro, palos para esos teólogos revolucionarios que, en vez de preocuparse por desvelar los misterios de la Santísima Trinidad y afines, pierden el tiempo en divagaciones materialistas, tales como exigir que el que come mucho coma menos para que el que pasa hambre no la pase.

Siga adelante, Santidad, siga beatificando mártires de gloriosas cruzadas, condenando teólogos insurrectos y alimentando los recuerdos históricos de la Inquisición con los vetos a periodistas.-

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