Editorial:

La democracia hereditaria

EL DIA de la Nochebuena occidental, el electorado de la democracia más poblada del mundo acudirá a las urnas para elegir al sucesor de Indira Gandhi, asesinada por los separatistas sijs el 31 de octubre pasado en una trama transcontinental todavía no suficientemente aclarada. Y si los expertos en sondeos no se equivocan, como ocurrió recientemente en Australia, todo parece indicar que el joven Rajiv Gandhi, un piloto de 40 años, convertido en político tras la muerte de su hermano Sanjay en accidente aéreo, puede alcanzar la más espectacular victoria electoral de la historia política india desd...

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EL DIA de la Nochebuena occidental, el electorado de la democracia más poblada del mundo acudirá a las urnas para elegir al sucesor de Indira Gandhi, asesinada por los separatistas sijs el 31 de octubre pasado en una trama transcontinental todavía no suficientemente aclarada. Y si los expertos en sondeos no se equivocan, como ocurrió recientemente en Australia, todo parece indicar que el joven Rajiv Gandhi, un piloto de 40 años, convertido en político tras la muerte de su hermano Sanjay en accidente aéreo, puede alcanzar la más espectacular victoria electoral de la historia política india desde que "la perla del imperio británico" obtuviera su independencia en 1947.La predicción hecha por la organización más respetada de sondeos de la India, y publicada el miércoles pasado por la revista India today, es la de que el Partido del Congreso (I) conseguirá 366 de los 511 escaños en litigio en la Lok Sabha, o cámara baja, lo que supone 26 más de los 338 obtenidos por Indira Gandhi en 1980. Si esa predicción se cumple, Rajiv Gandhi habrá superado la barrera del 50% del voto popular, que ni su abuelo, Jawaharlal Nehru, en 1967, ni su madre en 1980, consiguieron sobrepasar. Y con ello, los votantes indios legitimarían mediante el sufragio universal la democracia hereditaria encarnada por el representante de la tercera generación de la familia Nehru.

Una victoria de Rajiv Gandhi confirmaría en parte la teoría de Marshall McLuhan, según la cual "en el mundo moderno la imagen de un candidato ha sustituidó a la tradicional discusión política". Porque el bagaje político del actual primer ministro es prácticamente nulo. Forzado a entrar en la arena política por su madre, Rajiv Gandhi ha representado ar un distrito del Estado de Uttar Pradesh en el Parlamento federal en los últimos tres años y ha asumido únicamente desde 1982 una de las cinco secretarías generales del partido de su madre hasta su designación como primer ministro. Pero esta designación por los gurus del Partido del Congreso fue providencia¡ para salvar la unidad de una formación política, amenazada con la desintegración por las luchas internas tras la desaparición de su líder nindiscutible. Al mismo tiempo, proyectó juventud, transparencia y nuevos bríos a un partido acusado, con razón, de un autoritarismo y corrupción sin precedentes en la historia política india. En tres semanas de campaña electoral, Rajiv se ha convertido en el líder más conocido y popular del país por sus propios méritos.

Pero no es sólo el triunfo de McLuhan. El estado de la oposición ante los comicios en la India resulta lamentable. No sólo ha sido incapaz de presentar un candidato único a la jefatura del Gobierno, sino que sólo ha podido ofrecer listas comunes en menos de la mitad de los distritos electorales. Con ello ha dado la oportunidad al Partido del Congreso (I) de presentarse al electorado como el único partido nacional en un país fuertemente centrífugo y, además, como la única formación interclasista, secular e intergeneracional frente a partidos abiertamente antimusulmanes, como el BJP, o claramente conservadores, como el DMKP.

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Por otra parte, el electorado indio ha salido escamado de las coaliciones electorales tras la experiencia de 1977, cuando un conglomerado de formaciones políticas unidas bajo el liderazgo del partido Janata, de centro izquierda, derrotó por primera vez a Indira Gandi para enredarse, a los pocos meses de gobierno, en una lucha estéril de poderes e influencias, que dio al traste con la coalición a los tres años de haber triunfado en los comicios.

Si Rajiv Gandhi consigue ganar las elecciones, se verá muy pronto obligado a una decisión vital en su forma de dirigir la política india: seguir las huellas de su abuelo o las de su madre. O, dicho en otras palabras, elegir entre el fortalecimiento de las instituciones democráticas al estilo Nehru, o de las relaciones personales, como hizo su madre. Su decisión será trascendental para el futuro de la India.

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