"Hemos hecho todo por salvar a Eduardo", declara su padre

Madrid



"Hemos hecho todo cuanto hemos podido por salvar a nuestro hijo Eduardo", ha declarado su padre, cuyo nombre corresponde a las iniciales E. G. C., ingeniero jubilado de una empresa eléctrica, "pero las cosas no eran hace 20 años como ahora; entonces no se hablaba con tanta claridad de estos problemas como puede hablarse hoy, y nadie nos dijo la verdad sobre nuestro hijo"."Desde que advertimos en su adolescencia cosas raras en él, lo hemos llevado a médicos; nos decían que no estaba loco, que era un psicótico, que no se podía hacer nada, pero la verdad es que...

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"Hemos hecho todo cuanto hemos podido por salvar a nuestro hijo Eduardo", ha declarado su padre, cuyo nombre corresponde a las iniciales E. G. C., ingeniero jubilado de una empresa eléctrica, "pero las cosas no eran hace 20 años como ahora; entonces no se hablaba con tanta claridad de estos problemas como puede hablarse hoy, y nadie nos dijo la verdad sobre nuestro hijo"."Desde que advertimos en su adolescencia cosas raras en él, lo hemos llevado a médicos; nos decían que no estaba loco, que era un psicótico, que no se podía hacer nada, pero la verdad es que siempre recibimos palabras veladas", añade.

Hay un paréntesis en la vida de Eduardo González Arenas hasta 1971. Consta que Eduardo era en ese tiempo. "relaciones públicas". Se casó y tuvo una hija, que ahora vive con su madre. El domicilio familiar estaba en el paseo de La Habana, número 17, segundo piso. El matrimonio, sin embargo, no duró mucho tiempo.

Según el padre de González Arenas, Eduardo terminó sus estudios, hasta el bachillerato, cumplió el período de servicio militar y se alistó en África con la Legión. "Lo han reconocido también médicos militares, además de médicos privados, y nunca se nos ha ofrecido una solución. Para nosotros es una historia de un tremendo dolor".

Los padres de Eduardo le hicieron abandonar en 1974 la pensión de la calle de Berruguete, en la que vivía. Intentaron que regresara al domicilio familiar, pero él volvió a alejarse y se instaló en un chalé de la localidad madrileña de Los Molinos. Hace un año o dos que no lo han visto.

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Para ellos, resulta difícil hablar de Eduardo. No quieren evocar tiempos pasados, cuajados de recuerdos dolorosos, y no admiten siquiera confirmar datos o circunstancias de la vida de su hijo.

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