Cartas al director

El teatro

Los recientes sucesos acaecidos en el teatro Bellas Artes de Madrid, que han llevado a la compañía que representaba la obra de Arthur Schnitzler, La ronda, a interrumpir la temporada deben servir para, de una vez por todas, reflexionar seriamente sobre la situación de la industria teatral española.No puede seguir por más tiempo (no va a aguantar) un sistema de producción improvisado, sin enfoque verdaderamente empresarial, con subvenciones a fondo perdido que son para justificar la ausencia de compromisos por parte de la Administración con una propuesta propia. No es posible seguir pens...

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Los recientes sucesos acaecidos en el teatro Bellas Artes de Madrid, que han llevado a la compañía que representaba la obra de Arthur Schnitzler, La ronda, a interrumpir la temporada deben servir para, de una vez por todas, reflexionar seriamente sobre la situación de la industria teatral española.No puede seguir por más tiempo (no va a aguantar) un sistema de producción improvisado, sin enfoque verdaderamente empresarial, con subvenciones a fondo perdido que son para justificar la ausencia de compromisos por parte de la Administración con una propuesta propia. No es posible seguir pensando que lo concerniente a esta actividad es un misterio absoluto y que sólo depende del factor suerte, de la casualidad, etcétera.

Existe un problema de reciclaje que nos afecta a todos: los teatros no renuevan desde hace años sus instalaciones mecánicas, luminotécnicas o acústicas. Las productoras no se organizan como el resto de las industrias, donde, al sacar un producto, se hacen estudios de mercado, diseños meticulosos de la producción, publicidad, amortización, etcétera.

Nos limitamos a quejamos de lo poco rentable que es el teatro, pedimos una subvención para una obra que pensamos puede suponer un éxito o un tanto y, sin prever a qué tipo de público la dirigimos, dónde la ofrecemos y si la recaudación que puede hacer el local, dada su capacidad y precio por butaca, puede cubrir con holgura el presupuesto de montaje y nómina; todo esto, comprometiendo a una serie de profesionales que, además del respeto que merecen como personas, sobreviven de esta actividad. Luego vienen las caídas, que arrastran no sólo a los responsables de la producción, sino a todos los contratados.

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Particularmente no creo en la política de subvenciones tal como se organiza actualmente, porque, señor ministro de Cultura y señor director general de Teatro, si a lo único que se compromenten es a repartir una cantidad de dinero para cubrir el expediente están facilitando una postura de despreocupación empresarial por los factores inherentes a la producción. Muchas compañías se organizan exclusivamente en base a dichas subvenciones, y cuando éstas no llegan, o llegan tarde, los profesionales del teatro se ven nuevamente en la calle.

No podemos conformarnos con el teatro oficial. El teatro necesita actividad independiente, y la Administración tiene la obligación de crear las condiciones para que se desarrolle; ayuden a nuevos empresarios con proyectos coherentes y comprometidos, permitan hacer teatro en más lugares, liberen de aranceles todo el material de luz y sonido importado, ya que va destinado a una industria y no a uso particular. Hoy día el teatro utiliza fundamentalmente la luz y el sonido, y en España nos vemos obligados a pagar un 200% o un 300% por este material imprescindible. Habiliten locales para compañías con proyectos de continuidad, locales nuevos que permitan otras propuestas escénicas y hablen con los propietarios de teatros ya existentes para organizar más racionalmente las producciones que programan; un productor de compañía no puede pagar el 50%, en el mejor de los casos, del neto de taquilla a las paredes, pues sus plazos de amortización se alargan dramáticamente y se ve con dificultades para pagar incluso la nómina. No tienen ustedes que dar más dinero necesariamente, pero tienen la obligación ante el pueblo español (que paga) y ante la profesión (que sufre) de distribuirlo con más sentido común y mayor compromiso.

Los actores tenemos nuestra parte de responsabilidad en todo esto. Debemos salir de este estado de apatía donde pareciera no importamos el cierre de un teatro, las arbitrariedades económicas tanto de la Administración como de las empresas privadas, el nivel de calidad, la falta de una ley de teatro y de centros docentes capacitados y en número suficiente.

También los medios de comunicación son responsables. Su interés real por el teatro, lo que significa, cómo vive, es poco. La labor crítica también es susceptible de análisis y también necesita una profunda revisión en sus planteamientos-

Actor.

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