Tribuna:

Todos somos de Ohio

Es la peste moderna, el azote de nuestros tiempos. Me refiero a la falsa uniformidad de la imagen publicitaria, a la masificación panoli del mundo de los anuncios. Que conste que no estoy criticando la existencia de la publicidad en sí. Los anuncios no son la causa sino el resultado de la desaforada sociedad de consumo en que vivimos, y bramar en contra de ellos. es tan inútil y banal como pretender acabar con la carrera armamentista a base de prohibir la venta de petardos en los puestos callejeros de piperas.O sea, que lo peor de la publicidad no es su esencia, sino su forma, su apariencia. O...

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Es la peste moderna, el azote de nuestros tiempos. Me refiero a la falsa uniformidad de la imagen publicitaria, a la masificación panoli del mundo de los anuncios. Que conste que no estoy criticando la existencia de la publicidad en sí. Los anuncios no son la causa sino el resultado de la desaforada sociedad de consumo en que vivimos, y bramar en contra de ellos. es tan inútil y banal como pretender acabar con la carrera armamentista a base de prohibir la venta de petardos en los puestos callejeros de piperas.O sea, que lo peor de la publicidad no es su esencia, sino su forma, su apariencia. Oh, sí, Gutenberg contribuyó a la homogeneización del mundo. Pero de ahí a la caricatura igualitaria de los anuncios, a ese prototipo de humanidad sintética, va un abismo. En los spots todos somos de Ohio.

Da lo mismo que vayas a Venezuela, o a Jamaica, o al territorio más remoto. Todos los países se miran en el equívoco espejo publícitario y reciben un reflejo mentiroso. El universo físico de los anuncios es siempre igual. No importa que se trate de una nación tercermundista con superabundancia de chabolas: las cocinas televisivas son todas idénticas y muy higiénicas. Las campiñas publicitarias están perennemente verdes y floridas aunque el spot se emita en un país desértico. Los pueblos de raza predominantemente negra se contemplan en los anuncios travestidos de blancos y rubísimos. En Japón los modelos publicitarios son pelín. amarillos, eso sí, pero se operan los ojos para suprimir el pliegue achinado y son los orientales más occidentalizados que jamás he visto. Las ropas, los coches, los gestos, las sonrisas de porcelana, los ejecutivos y las ninfas: es la misma y amalgamada bobería en todas partes. Qué tendrán que ver las elásticas trigueñas de nuestros anuncios de refrescos con las jornaleras de Marinaleda, o los ciegos televisivos y sus gafas negras de punkis neoyorkinos con los invidentes de la ONCE.

En publicidad todos somos de Ohio, con el agravante de que me sospecho que ni siquiera en Ohio son así. Qué tontuna.

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